domingo, 21 de febrero de 2010

Mensaje sin destino

Al sumergirme en el tema de la formación de la conciencia social y deleitarme en su abundante bibliografía nacional, me reencontré con Mario Briceño-Iragorry, un valioso escritor nuestro ya fallecido, quien, hoy, salvo en nuestras exquisitas élites intelectuales, es muy poco conocido por la inmensa mayoría del país; y con él, me reencontré también con una interesantísima visión suya al respecto llamada «Mensaje sin destino». Libro pequeño en tamaño y gigante en contenido, publicado en 1951; allí vierte dos conceptos que se cruzan y alimentan entre sí, “la densidad histórica” y “lo permanente venezolano”.

«Mensaje sin destino» no se puede leer solo, como una pieza aislada. R.J. Lovera de Sola, en su prólogo a la quinta edición de Monte Ávila Editores en 1998, recomienda complementarlo, pues “pertenece, dentro del pensamiento venezolano, a la serie de libros producidos en las horas «encrucijadas» de la nación”1. Y propone como complemento, «Manual político del venezolano» del prócer Francisco Javier Yanes; «El personalismo y el legalismo» de Jesús Muñoz Tébar; «El presidente» de Rafael Fernando Seijas; «Mosaico de política y literatura» de Luis López Méndez; «La interpretación pesimista de la sociología hispanoamericana» de Augusto Mijares; «Hacia la democracia» de Carlos Irazábal; y «Venezuela violenta» de Orlando Araujo.

Yo, siguiendo a Lovera de Sola, agregaría a ese listado tan consistente y útil, «Labor venezolanista» de Alberto Adriani; «Servir al pueblo» de Alí Rodríguez Araque; y «La industrialización de Venezuela en el siglo XX» de Orlando Araujo, como para redondear el quid de la cuestión, en esa afanosa y urgente tarea que tenemos de conocernos a nosotros mismos.

Al recomendarse estas magníficas lecturas como estimulante teórico del concepto que don Mario vertiera acerca de “lo permanente venezolano”, y su aparejada conciencia social que forma en consecuencia, se comprueba la existencia, al menos en lo historiográfico, del concepto de “densidad histórica”, del cual él mismo se lamenta en «Mensaje sin destino» por carecerse en la vida cotidiana del venezolano de entonces, de 1951.

Por “densidad histórica” se entiende a la profundidad de la Historia misma en su función de componente raigal en el quehacer de un pueblo y a su necesario conocimiento general por parte de todos y cada uno de sus integrantes; y por “lo permanente venezolano”, al reconocimiento de su herencia consolidada en patria, la cual configura al patrimonio del origen y a la identidad como elemento común integrador en nuestra vida y destino, además de darnos “sitio honorable en el concierto universal de las naciones”2.

Ambos conceptos son esenciales conocerlos y aplicarlos en la formación de nuestra conciencia social como pueblo, como venezolano. Saber de dónde venimos; a qué savia pertenecemos; conocer qué accionar humano y bajo qué circunstancias en un tiempo multiplicado nos hizo historia; por qué tenemos un espacio telúrico que nos da conexión y geografía; y hacia dónde vamos: la conciencia es su amalgama, y el carácter social, determina su preservación, defensa y trascendencia.

El contenido nacionalista en la lectura de Mario Briceño-Iragorry nos marca una ruta en el sentido de desenmascarar a la clase dominante y a sus intereses, a quienes hoy no tardan en aliarse con el enemigo de la patria en pos de algún mendrugo, a pensar el cuerpo nacional como un todo único, a la valoración de nuestro ser patriótico, como magistralmente se logra en otro de sus libros, llamado «Casa León y su tiempo».

A quien lea estas líneas es imperativo acotarle que la interpretación de la historia en Briceño-Iragorry se realiza desde la óptica del positivismo, y que su lectura dentro del período histórico que hoy vive Venezuela, reflejado en su decidida opción por construir el socialismo, exige disgregar en contextos ambas percepciones, en aras de tener bien claro el objetivo que se persigue, y de asimilar con mayor claridad la hora presente.

Son diecisiete ensayos breves los que integran «Mensaje sin destino», pero dejan un cavilar profundo acerca de lo que somos y de lo que hemos sido, y, pese a casi 60 años de haber sido publicados, dan un impulso renovado y renovador al indoblegable espíritu de lucha que todos debemos tener, en la construcción de la patria.




Fuente consultada:
1) «Mensaje sin destino», Mario Briceño-Iragorry, Monte Ávila Editores Latinoamericana, 5ta. Edición, 1998. Pág. X.
2) Ob. Cit. Pag. 81.

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