lunes, 22 de febrero de 2010

Cuando racionar ayuda a razonar

El fenómeno climatológico conocido como «El Niño», que prácticamente ha sometido a Venezuela a tres períodos de sequía continuos; y las distintas cuestiones de orden doméstico, que no se pueden evadir al abordar su problema eléctrico, son eslabones resultantes de un modelo de vida, que hoy tiene al mundo ante la cruda realidad de su extinción.

En un poco más de cien años hemos consumido y destruido los bienes que la naturaleza tardó millones de años en crear.

La iniciativa humana, aquella que por voluntad propia recorrió territorios inimaginables y los pobló; aquella cuya inteligencia proveyó de métodos y técnicas −cada vez más avasallantes, más sofisticadas− a su desarrollo; aquella que con arte, tocó las más sensibles fibras de la belleza, y que con ciencia, elevó su condición y ser a estadios asombrosos, ahora se muestra incapaz de revertir las consecuencias de su audacia, de su aventura indetenible.

En el sistema de producción capitalista está el origen del desastre ambiental y del desequilibrio climático que padecemos, y en su modelo de vida está la lógica irracional que nos impide la concreción de soluciones, incluso en situaciones aisladas y específicas, como el ámbito geográfico de un determinado país.

Si los Estados Unidos, y su american way of life, con el 5% de la población mundial consumen el 25% de toda la energía que se produce en el planeta, se puede inferir con facilidad la inviabilidad de su hegemonía capitalista. No son un ejemplo para alguien. Su ética, como carga colectiva, modela el despilfarro y la falta de escrúpulos; su moral, como principio individual, manifiesta un profundo desprecio por el ser humano. El llamado primer mundo, representado en una docena de países –que se consumen un 60% de la energía producida−, es sólo un reflejo cómplice de un sistema de producción que amerita ser erradicado, o desapareceremos inexorablemente como especie, y con nosotros desaparecerán también las demás formas de vida que nos acompañan.

Venezuela, y su decidida opción por construir el socialismo, se abren paso en ese dramático cuadro, que nos afecta en sus diversos aspectos.

El pasado período lluvioso, por los efectos del fenómeno climatológico «El Niño» se convirtió en período de sequía, limitando el caudal de nuestros afluentes en el Alto Caroní, lo que, a su vez, incide en la capacidad de nuestro más importante embalse hidroeléctrico, ubicado en su parte intermedia. En Guri se produce el 70% de la energía eléctrica que se consume en el país, y el nivel de sus aguas se está reduciendo a razón de 10 centímetros diarios, en detrimento de la generación eléctrica, hecho real que enciende las alarmas, máxime aún cuando faltan cien días para que se inicie el período lluvioso correspondiente a este año.

Este punto del racionamiento eléctrico es una magnífica oportunidad para que el país todo se integre alrededor de un aspecto de común afectación. Sin embargo, la politiquería, y su odio como praxis, no permiten divisar al país y a sus más caros intereses en este delicado escenario, sino al enano provecho que se obtiene de la migaja logrera, el oportunismo ramplón y la cobardía apátrida.

El comunicado publicado este domingo 17 de enero por los socios mediáticos de la oposición venezolana, en el cual ésta última “exige el cese inmediato del racionamiento eléctrico”, no es más que otra irresponsabilidad, de las tantas cometidas en contra de la patria.

Los once pedacitos de la llamada Mesa de la Unidad Democrática –que juntos no llegan a un 15% electoral−, plantean allí que es “discriminatorio” con los demás ciudadanos y regiones de Venezuela el trato dispensado a la ciudad de Caracas por no aplicársele recortes de energía, donde hay un metro que funciona con electricidad y moviliza a más de dos millones de personas, y un sistema de semáforos que de fallar provocarían un colapso brutal. Es estúpido el planteamiento, y se le ven las aviesas costuras de su fin. ¿Qué pretenden? ¿Volver al país en contra de Caracas? Y proponen dos brillantes soluciones: un nuevo racionamiento, “acordado con los ciudadanos” y adelantar una hora el huso horario legal, “para aprovechar mejor la luz solar”. Por cierto, ésta última propuesta ya se hizo en el 2007, con la infaltable oposición acérrima de ellos.

Es vital entender y colaborar con el racionamiento eléctrico, ser consciente que sólo con la unidad nacional superaremos la contingencia. Si visualizamos su importancia en este tiempo de carencia, crearemos disciplina y manejo correcto, para cuando vengan las mejores bonanzas; no quedarnos sólo allí, aplicarlo en renglones valiosos como el agua, los alimentos y los recursos monetarios.

Racionar en los momentos difíciles, ayuda razonar y valorar lo que se tiene, en todos los tiempos y en todos los espacios.

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