viernes, 19 de febrero de 2010

Disparate con Gourmet

Tronaron durísimo los albaceas testamentales del feudalismo, este fin de semana en Portuguesa. Fin de semana además en que concluía su semana aniversaria, valga la redundancia con trabalenguas y todo. Si llegaron a condecorarse entre ellos mismos, ante la indiferencia general de la sociedad por su efemérides, esa soledad íngrima me invita a pensar que el rumorcillo expropiador de un conjunto de fincas haya salido de la mente de alguno de sus prohombres, con el fin de reventar los cohetes celebratorios y llamar la atención.

Escribir estas líneas no son nada gratas para mí en lo tocante a un afecto querido que se me quedó guardado en el pasado: Julio Jesús. Aquel loco soñador a quien oí por primera vez, siendo muy joven yo, hablar de las fresas de la amargura y su conmovedora tragedia hecha cine. Al senador de la cultura nunca electo, en aquellos afiches del MAS en que salía con un liquiliqui que no le pegaba para nada. Al amigo que hice padrino de un poemario mío. La vida y el tiempo, como buenos parteros de la historia, decantaron los caminos y hoy nos encontramos con derroteros diferentes.

Sé lo mucho que pudo afectarle ese rumor.

Por eso no me extraña que los albaceas testamentales del feudalismo, entre los cuales hoy Julio Jesús forma parte integral como uno más de ellos, pese al desprecio que le hicieron sentir en una época, por su otrora condición de otrora joven irreverente, hayan ideado este ardid para atacar a un gobierno que los protege, como protege al resto de los sectores de la sociedad. Un gobierno que al impedir, junto a otras naciones hermanas, en aquella célebre Cumbre de Mar de Plata en 2005, la aplicación del ALCA, impidió también el arrasamiento de los sectores ganadero, agrícola, campesino, indígena y del pequeño-empresariado, como eslabones débiles de la producción interna, frente aquel mecanismo de dominación imperial anexionista. Eso lo saben ellos, pero lo callan ominosamente.

Pero los fuegos artificiales no terminan allí.

El farmer local, el presunto “ejemplo para las generaciones siguientes” (según un periodista lambiscón), dijo que “el disparate es lo que predomina en el país”. ¿Acaso es un disparate brindar a nuestra población campesina tierra, asistencia técnica, legislación, protección del Estado? ¿Es un disparate el deber obligante del Estado de sacar de la postración social en que se encuentran vastas comunidades campesinas? Es fácil decir la palabra disparate cuando la riqueza que se muestra es inversamente proporcional a la postración social en referencia; es fácil decir la palabra disparate cuando sobre “el aval de más de 60 años de actividad en el campo” pesa mucha plusvalía de trabajador expropiada, pesa mucho usufructo de capital público, pesa mucho borrón y cuenta nueva. A la frase de marras le sigue otra, “no es de extrañar cualquier reacción del pueblo”. ¿A quien se dirige esta frase? ¿Al pueblo trabajador? No creo. Ningún pueblo reacciona, que no sea favorablemente, ante un hermoso “disparate” que lo reivindica históricamente. Yo creo más bien que son otros los destinatarios, a quienes les alude precisamente un miedo que dice no tener.

Finalmente, al prohombre feudal que dijo “el Gobierno nacional es un gobierno gourmet, porque lo que le gusta es puro lomito”, le dejo esta cita de Salvador de la Plaza: “El desarrollo económico y la instauración de las instituciones democráticas forman parte de un mismo proceso, sin que pueda afirmarse que a todo desarrollo económico corresponda a una estructura de convivencia democrática, pero sí que no puede consolidarse esta última en un país en que su desarrollo económico se encuentra entrabado por superestructuras y relaciones de producción que le sean antagónicas. Los que queriendo inhibirse de la realidad en que viven cantan a la democracia citando los encantos de la antigua Grecia, olvidan o fingen ignorar que lo que allá se llamó democracia fue tan sólo una forma política que beneficiaba exclusivamente a la clase que basaba su poder político y su bonanza material y espiritual sobre el trabajo de miles de esclavos, a quienes por el solo hecho de ser esclavos se les mantenía al margen de toda actividad social y política... ...A los muchos que todavía niegan esta realidad es conveniente recordarles lo que la experiencia histórica tiene ampliamente comprobado: que la forma de relaciones económicas predominantes en un conglomerado humano, es decir, la estructura económica de esa sociedad, es lo que determina sus relaciones sociales y en última instancia sus relaciones políticas”1. Entonces, ¿quién es el gourmet? ¿ a quién le gusta el lomito?





Fuente consultada:
1) «Desarrollo económico e Industrias Básicas», Salvador de la Plaza, Tercera Edición: enero de 2006, Colección Ministerio de Industrias Básicas y Minería, Págs. 38 y 39.

No hay comentarios:

Publicar un comentario