martes, 13 de abril de 2010

Jugar de otra manera

Es interesante leer el artículo «Ni primarias ni consenso: sindéresis» de ayer en “Ultima Hora” y la nota publicada en la prensa regional –que en resumen ambos textos dicen lo mismo−, en que Iván Colmenares presenta “con poca fe”, “ante el pueblo de Portuguesa y ante la Mesa de Unidad Democrática Regional, este aporte para lograr una integración global de todos los sectores que quieren participar en la contienda electoral del 26 de septiembre” (sic), para tratar de darle un viraje a los negociados internos que las cúpulas partidistas de la oposición mantienen en torno al tema electoral.

Intuyo que Iván José orientado por su olfato presiente venir sobre la oposición lo que otros no ven, o se niegan a ver: una espectacular derrota.

En Venezuela ocurrió una ruptura histórica el 6 de diciembre de 1998; se ensayan nuevas formas de organización; se implementa una nueva legislación, que va normando la creación en plena hechura; se estructura un nuevo tipo de país; el pueblo se organiza en revolución, cuya concepción más acabada ha de ser su configuración en poder popular, a través de la construcción colectiva del socialismo.

La dirigencia opositora de Portuguesa no interpreta, no analiza a ese nuevo país que bulle, que emerge en sus propias narices. No han avanzado políticamente nada. Piensan que desde una página de internet hablando estupideces, o con mensajitos de texto sin contenido, harán retroceder a un período histórico, cuyo origen deviene de la exclusión social creada por estos mismos opositores, cuando fueron gobierno. Piensan que sin formular una idea y al amparo económico de algún contratista suicida, obtendrán una votación del pueblo, sin tener con éste el más mínimo contacto político. Piensan que piensan, y convierten su deseo personal “en un hecho real”, cuando la realidad anda transformándose en los sueños y los anhelos de quienes nunca tuvieron nada, cuando la realidad se convierte en ejercicio político pleno para quienes nunca más han de ser engañados.

Entiendo este llamado a “sindéresis” de Iván José, como un intento de renovación de liderazgos en las filas de la oposición portugueseña, cuando dice, “ …sin desmerecer a nadie, que otros nombres que están presentes en el debate, deberían dar su aporte en estos tiempos de convulsión, donde la única garantía frente al fracaso y a la arremetida del gobierno para alcanzar lo imposible el 26S, no sólo es unidad, porque esa fórmula sin carne, la probamos duramente en el 2008, mordiendo el polvo de la derrota, unos simplemente perdedores, pero otros humillantemente aplastados… “(sic).

Al sacrificar su propio nombre, por unos bueyes cansados que no tienen propuesta política alguna, siendo él el único de los aspirantes de la oposición que en Portuguesa posee una votación propia, en descenso, y posiblemente suficiente como para obtener una curul, es dable entender su poca fe, pues ya por adelantado se da por no oído.

Por ignorar el carácter de clase en su análisis político –algo muy lógico, pues él no es ningún revolucionario−, Iván José yerra al determinar que la oposición puede “…salir del hueco y enfrentar con éxito, a la avasallante maquinaria oficialista, que sólo está aceitada por el poderoso Don Dinero, pero que ya no tiene el afecto popular ni el arraigo de un Presidente… ”(sic). ¿Avasallante maquinaria oficialista? ¿Aceitada por el poderoso Don Dinero? ¿Afecto popular? Desde esta perspectiva él le niega al pueblo toda capacidad de comprensión política, lo trata como a un objeto, y encima diciéndole “que se aceita con dinero” le pide su apoyo para sacar a la oposición de “un hueco”, y así, una vez colocada aquella en las curules, pueda proceder a “su liberación”. ¿Quién está en mejor circunstancia? ¿El pueblo? ¿O la oposición? Por fortuna, estas brumosas calificaciones, donde se manifiesta claramente un profundo desprecio de clase –pese al ocultamiento de su carácter dentro del análisis− son detectadas por el pueblo, que sabe mejor interpretar la política que los dirigentes. Para las élites políticas, y para las cortes exquisitas de intelectuales, el pueblo no es reconocido como categoría ni como variable de poder; paradójicamente, este desconocimiento opera en su favor mientras se desarrolla como sujeto histórico.

Sin embargo, este llamado a “sindéresis”, que yo interpreto como renovación de liderazgos, adolece de una falla: no es propuesta de dialogo. Al decir su proponente que esperará, “…por una respuesta de la Mesa de Unidad Democrática Regional hasta el próximo 20 de abril, en caso de no obtenerla –indicó- jugaré de otra manera… “(sic), cierra todas las puertas, incluso a la propuesta misma y a sus nominados. ¿Quién dialoga con un plazo de por medio? ¿Cómo se podría interpretar la frase “jugaré de otra manera”?

“Jugaré de otra manera”, tiene varias interpretaciones. Si se le desprovee de la carga de chantaje que pudiera tener, podría interpretarse como que Iván José destinará sus esfuerzos a construir política a largo plazo, a concentrar una fuerza, a construirla, como él mismo una vez lo hiciera, mucho antes de que la preeminencia de los medios de comunicación convirtiera al ejercicio político en comodidad, en facilismo y en holgazanería. “Jugaré de otra manera”, también tiene su cara anti-democrática, que es el rostro del fascismo, del desconocimiento institucional, del quebrantamiento de las reglas de juego.

Por conocerlo muy bien, le doy el beneficio de la duda: pensaré que se inclinará por lo primero, desechando totalmente lo segundo.

lunes, 5 de abril de 2010

El 19 de abril de 1810

A pesar de tratar de reconocer a Fernando VII como rey, y de erigir una Junta conservadora de sus derechos en nuestras tierras, el 19 de abril de 1810 fue la génesis constituyente de la Independencia en Venezuela. Siempre se fija su gestación como producto de las Abdicaciones de Bayona, acontecidas dos años antes, en que Napoleón Bonaparte transforma a su hermano José en Rey de las Españas y de las Indias. Este hecho es, indiscutiblemente, el disparador internacional que desencadena los llamados sucesos de aquel día, tan memorable en nuestra historia. Como memorable es señalar también que una revolución social se venía germinando como factor interno para conjugarse con aquel episodio, y la misma que tiene sus referencias lejanas e inmediatas en el levantamiento de Juan Francisco de León en 1749; la sublevación de Manuel Gual y José María España, en 1797; las fallidas expediciones navales de Francisco de Miranda a nuestras costas, en 1806; y la conjura de los mantuanos de Caracas, en 1808.

Necesario es ubicar en contexto a nuestros caros lectores que de estas referencias lejanas e inmediatas al 19 de abril de 1810 como puntales del agotamiento social y político de la superestructura colonial, sólo el movimiento de Gual y España y las fallidas expediciones navales de Francisco de Miranda se propusieron la Independencia de Venezuela, desde el punto de vista militar, con un programa, una bandera y teniendo la fundación de una patria como fin ulterior. El levantamiento de Juan Francisco de León fue fundamentalmente contra el monopolio representado por la Real Compañía Guipuzcoana y pedía la libertad de comercio entre sus fines; sin embargo, su reseña dentro de este marco sirve para colocar un punto de partida de aquella revolución en marcha, que habrá de estallar con mayor fuerza en las décadas posteriores. De la conspiración de los mantuanos de Caracas, haré unas consideraciones unos párrafos más adelante.

El 19 de abril de 1810 tuvo su evolución

De Junta Suprema de Caracas que trató de jurar fidelidad a un rey, se convierte en debate político y en concepción jurídica; devenida en Primer Congreso, se convierte en independencia y en patria. Fue impulsado por mantuanos y por blancos criollos que apuntaron siempre al aspecto económico y a su control, lo que trajo aparejadas en las consecuencias políticas de dicha acción consecuencias militares, que se desarrollarán en una larga guerra de diez años, donde habrá de inmolarse la mitad de nuestra población. En su devenir y consulta privó el régimen censitario, que reservó y aseguró a los propietarios de bienes su elección y participación en aquellas históricas deliberaciones; y el pueblo venezolano como convidado de piedra, puesto siempre como “objetivo” del “fin”, el que aclamó con su no la renuncia de Vicente Emparan, fue nutriendo de contenido social aquel día hasta apropiárselo por completo, aún al costo de su propia vida, en las innumerables batallas que se libraron a posterior, parteras de nuestra vida republicana.

Puede decirse que el 19 de abril de 1810 es el punto crucial de muchas fechas, de muchos hechos; pero también puede decirse que es el punto de quiebre en que el accionar de una casta es rebasado por un pueblo y una vanguardia para construir una nación. Ése es el carácter histórico que garantiza su permanencia en el tiempo.

Pero esa evolución tiene sus fundamentos en una conducción política impecable, que supo con sentido de oportunidad cuándo era el momento preciso para dar el viraje. El 19 de abril de 1810 bien pudo haberse convertido en una re-edición de la conspiración de los mantuanos de Caracas, como era en sus propósitos iniciales. Condes, marqueses y clérigos pujando para que todo siguiera igual, buscando convertir un cambio histórico en simple fachada. Basta con echarle un vistazo a las primeras decisiones de aquella Junta Suprema, para uno percibir que lo que se buscaba era el control político, económico y militar de la Metrópoli, sin que la superestructura de la Colonia se modificara un ápice.

Bien vale recordar al Libertador Simón Bolívar, faltando tan sólo horas para el 5 de julio de 1811, cuando exige la pronta declaración de la Independencia de Venezuela, “No es que hay dos Congresos. ¿Cómo fomentarán los que conocen más la necesidad de la unión? Lo que queremos es que esa unión sea efectiva y para animarnos a la gloriosa empresa de nuestra libertad; unirnos para reposar, para dormir en los brazos de la apatía, ayer fue una mengua, hoy es una traición. Se discute en el Congreso Nacional lo que debería estar decidido. ¿Y qué dicen? Que debemos comenzar por una confederación, como si todos no estuviésemos confederados contra la tiranía extranjera. Que debemos atender a los resultados de la política de España. ¿Qué nos importa que España venda a Bonaparte sus esclavos o los conserve, si estamos resueltos a ser libres? Esas dudas son tristes efectos de las antiguas cadenas. ¡Que los grandes proyectos deben preparase con calma! Trescientos años de calma ¿no bastan? La Junta Patriótica respeta, como debe ser, al Congreso de la nación, pero el Congreso debe oír a la Junta Patriótica, centro de luces y de todos los intereses revolucionarios. Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana: vacilar es perdernos… …Que una comisión del seno de este cuerpo lleve al soberano Congreso estos sentimientos”1.

No en balde aquel Primer Congreso, el 2 de marzo de 1811, cesando en sus funciones a la Junta Suprema de Caracas, se instala ¡qué curioso! en la residencia del Conde de San Javier, en virtud de la misión gatopardiana que llevaba incubada. No en balde la Iglesia católica mueve en aquel propósito a las mejores fichas −o cuadros políticos, mejor dicho− con que contaba. Sólo que la voluntad política de una vanguardia se impuso y un pueblo nutrió de contenido social a una fecha, que el mantuanaje colonial había reservado para cambiar de forma y seguir medrando.

Por eso, el 19 de abril de 1810 es y seguirá siendo un día del pueblo venezolano, de sus aspiraciones, de sus conquistas, de sus luchas y de sus sueños.



Fuente consultada:
1) «Doctrina del Libertador», Simón Bolívar, Colección Biblioteca Ayacucho, Nº 1, Págs 7 y 8. (Subrayados nuestros).

martes, 30 de marzo de 2010

Un monstruo llamado Juan Germán Roscio

Uno de los personajes claves en los acontecimientos emancipatorios que produjeron el 19 de abril de 1810, fue sin duda alguna Juan Germán Roscio. Nació en San José de Tiznados (hoy estado Guárico), el 27 de mayo de 1763. Estudia Teología, Sagrados Cánones y Derecho Civil, en la Universidad de Caracas, porque contó con el apoyo de la hija del Conde de San Javier, doña María de la Luz Pacheco, quien se encarga financiar sus estudios y manutención, desde 1774.

Siendo hijo de padre italiano y madre mestiza, se le atribuye la condición de pardo; lo cual le hace vivir en carne propia la discriminación social de la Colonia; pero, a la vez, ese mismo hecho, le curte la conciencia política, que descollará antes y después de aquella memorable fecha de nuestra historia republicana.

Sobre este particular de discriminación social hay dos episodios en su vida dignos de reiterar, que ya han sido contados en otras ocasiones. El primero episodio lo afronta cuando solicita su inscripción como abogado ante la Real Audiencia, que le fue concedida; teniendo la tenaz oposición del Colegio de Abogados, que se negó a admitirlo en su seno puesto que “en el expediente de limpieza de sangre presentado por Roscio no figuraba el calificativo de «india» que en otros documentos se le daba a su madre y a su abuela materna”, episodio que lo lleva a “iniciar un proceso en el cual presentó brillantes alegatos que pusieron en evidencia su formación jurídico-ideológica y la orientación filosófica de su pensamiento”. El segundo episodio lo afronta cuando defiende en el Cabildo de Valencia a una mestiza de nombre Isabel María Páez, esposa de Juan José Ochoa, a quien se le negaba el derecho de usar alfombra para arrodillarse en el Templo, pues éste era un derecho reservado sólo a las mujeres mantuanas. Estos episodios ocurrieron antes del 19 de abril de 1810, y en ambos resultó victorioso.

Juan Germán Roscio, ejerce la docencia, traduce textos. Y es influenciado en las ideas de libertad, como todos los hombres de su tiempo, por el documento titulado “Carta dirigida a los españoles americanos” del sacerdote jesuita Juan Pablo Viscardo y Guzmán. Son los aires mirandinos del gran Sebastián Francisco los que recorren aquella atmósfera libertaria, donde se vieron muchos desprendimientos de la grandeza humana, a la par de no pocas traiciones, de pequeñas ruindades, que siempre medran –para que nada cambie− alrededor del liderazgo de las nuevas épocas.

El 19 de abril de 1810, como hecho constituyente en sí, habría de examinarse, desde el tamiz de 200 años transcurridos, por la conciencia política de quienes lo configuraron, además de los hechos que en consecuencia subsiguieron, pasando por las repúblicas y las batallas, durante diez años de guerra independentista, y por los nueve años de conspiraciones políticas, que nos convirtieron en Estado, en 1830. ¿Cómo terminaron sus vidas? ¿A qué causa sirvieron? ¿Qué papel jugaron cada uno de los nombres aparecen y desaparecen en esa escena inestable e inicial de nuestra vida colectiva? La vida del doctor Roscio es una muestra de esas grandezas humanas a la que el país, con sus nuevas generaciones, tiene el derecho a saber, por el ejemplo que infunde.

Funge como nuestro primer canciller, participa en la redacción de nuestra Acta de Independencia, se le atribuye la redacción íntegra de nuestra primera Constitución, en 1811. Caída la primera República, en 1812, es enviado prisionero a Cádiz, con las siguientes instrucciones de Monteverde, “Presento a V. M. esos ocho monstruos, origen y raíz primitiva de todos los males de América. Que se confundan delante del trono de V. M, y que reciban el castigo que merecen sus crímenes. Dios guarde a V. M. muchos años. Caracas, 14 de agosto de 1812. Señor. Domingo Monteverde". Los demás “monstruos” que acompañaban a Roscio a ese penoso presidio, eran Juan Paz y Castillo, Francisco Isnardi, José Joaquín Cortés de Madariaga, José Barona, Juan Pablo Ayala, José Mires y Manuel Ruiz. Después de estar prisioneros en Cádiz, por servir a la patria y motejados de monstruos, son trasladados a las mazmorras del Ceuta, al norte de África, donde logra fugarse, junto a Francisco Isnardi y el padre Madariaga; son recapturados y devueltos a Cádiz. Por presiones inglesas obtienen la libertad en 1816. Viaja por Estados Unidos y regresa a la patria, a incorporarse a la lucha independentista. Participa en el Congreso de Angostura, es nombrado por el Libertador Simón Bolívar miembro principal del Consejo de Estado y director de las Rentas de la Nación. A fines de aquel año de 1819 es designado Vicepresidente de Venezuela.

Fue una vida apasionante, difícil de comprimir, de sintetizar en un artículo de opinión, sin embargo sirven estas líneas para despertar el interés por investigar con mayor profundidad qué ha significado el nombre de Juan Germán Roscio en nuestra patria. Quien pese a las dificultades, siempre consiguió un espacio para pensar y estudiar. Cuando estaba preso en las mazmorras del Ceuta escribió su único libro, “El triunfo de la libertad sobre el despotismo”, que constituye un tratado sobre la aplicación del derecho basado en Las Sagradas Escrituras, esfuerzo intelectual que lo coloca entre los precursores de la Teología de la Liberación. Fue una vida apasionante que se apagó a los cincuenta y ocho años de edad, el 10 de marzo de 1821, en El Rosario de Cúcuta, mientras desempeñaba la Vicepresidencia de la República de Colombia, aquella república bolivariana que nació en el Congreso de Angostura, el 17 de diciembre de 1819.

Sirva este artículo de opinión también, para recordar su útil y noble vida de patriota a nuestros jóvenes en estos días tan oportunos, en que conmemoraremos el Bicentenario del 19 de Abril de 1810. Sirva para despertarles la curiosidad como estudiantes que son, como estudiantes que nunca dejarán de ser.

martes, 23 de marzo de 2010

Magdiel Páez García, a 19 años de su adiós

Conocí a Magdiel Páez García en esas largas conversaciones políticas que hacíamos los jóvenes de mi generación, acerca del futuro de la izquierda en Venezuela. Corrían los años ochenta. Y nosotros, como herederos directos de su legado −producto de su desempeño en las dos décadas anteriores a aquellos años−, llevando sobre nuestra incipiente formación su pesada carga histórica de derrota y reflujo, observábamos cómo el país trataba de buscar salidas, ante la avalancha neoliberal que se le venía encima. Fueron muchas las noches y muchos los días, de compartir y discutir, con Fernando González y otros camaradas, acerca de esos temas. En esas travesías conocí al Morocho, como también le decíamos, quien, mientras estudiaba en el liceo “5 de Diciembre” de nuestra ciudad, militaba en la siempre aguerrida y solidaria Juventud Comunista.

Culminado su bachillerato, se fue a estudiar historia a la Universidad de Los Andes, en Mérida, iba en el sexto semestre y, durante una protesta estudiantil, en la Facultad de Medicina de esa casa de estudios, a manos del Ejército y por directriz de un oscuro general, fue asesinado un 21 de marzo de 1991. El mes anterior a su crimen, acababa de cumplir 23 años de edad.

Era un amigo leal, un buen estudiante y un noble compañero de viaje.

Los principales responsables de su muerte responden a los nombres de Carlos Andrés Pérez y de Jesús Rondón Nucete, quienes, para aquel entonces, ejercían funciones de presidente de la República y gobernador del estado Mérida, respectivamente. Estos dos personajes dieron continuidad a la clásica política represiva del puntofijismo, rotulada en el funesto signo romulero del disparen primero y averigüen después, sumando el nombre de Magdiel Páez García a una larga estadística que no puede −ni debe− quedar sin respuesta. Ambos gozan de una plácida vejez, ante la lenidad de un Estado que, aún con las formalidades burguesas enquistadas en su funcionamiento, le quedan muchas deudas morales pendientes todavía en el anchuroso transitar a la justicia.

¿Qué diferencia tan grande entre la época aquélla y la actual? Los jóvenes hoy pueden organizarse políticamente bajo la bandera que quieran. Pueden hacerlo libremente, sin ser reprimidos o coartados. Los jóvenes de derecha en Venezuela se organizan en distintas corrientes reaccionarias, incluso a corrientes ajenas a nuestra idiosincrasia y convivencia, como Opnot, el puñito fascista usado en las llamadas Revoluciones de Colores en Europa oriental; reciben pública y notoriamente financiamiento extranjero, en forma premios. Hasta allí pudiera estar bien la tolerancia democrática. Sólo que, al hacer labor conspirativa con apoyo internacional de manera abierta, en contra del Estado, de sus instituciones y del pueblo, se ponen al margen de la ley, y aún así el Ministerio Público no hace nada al respecto.

En los incidentes lamentables, en que ha perdido la vida algún estudiante, las autoridades han actuado diligentemente, dando con los responsables, donde ¡curiosamente! la gran mayoría de las víctimas registradas han militado en el chavismo. (En verdad éste es un punto curioso y propio del libro Guinness: la mayoría de las personas asesinadas en protestas estudiantiles, luchas reivindicativas y sucesos públicos, han sido militantes chavistas. El ejemplo más palmario son los 229 dirigentes campesinos que han muerto a lo largo y ancho del territorio nacional desde la aplicación de la Ley de Tierras y Desarrollo Agrario, en 2001. Una cifra verdaderamente indignante, lo suficiente para avergonzarnos a todos. Y más a los incapaces del Ministerio Público, si vergüenza tuvieran).

Hoy Magdiel hubiese formado parte de la construcción colectiva del socialismo, y fuese el mismo camarada soñador que fue, cuando ser de izquierda y comunista costaba la vida, como a él mismo le costó. Fuese un agudo analista, porque su inteligencia así lo proyectaba; éste era su tiempo histórico; quienes lo conocimos de cerca debemos honrar su memoria con nuestras acciones y con nuestra consecuencia política a sus sueños de adolescente rebelde, que aún no se han cumplido. Quienes integramos su generación soñadora, en la responsabilidad pública que asumamos, debemos ser prístinos y eficientes en el manejo de los dineros y de los bienes del pueblo, direccionándonos siempre al socialismo y, más profundamente, después, al comunismo.

Sólo así habríamos de estar siendo fieles a su memoria; sólo así su muerte habría de ser absorbida por la vida.

lunes, 15 de marzo de 2010

Casal, el mentiroso

Contrastando la declaración del gobernador del estado, Wilmar Castro Soteldo, que reseñara el diario “El Universal” de Caracas, el pasado lunes 8 de marzo, en voz del periodista que cubre su fuente política, Pedro Pablo Peñaloza, bajo el título “Intentan crear un estado comunal en Portuguesa”; con la declaración que ofreciera el columnista de oposición José Ignacio Casal, una semana después, es decir, este lunes 15 de marzo, al diario “Ultima Hora” de nuestra ciudad, para ripostar aquella; puede denotarse perfectamente la tergiversación en que incurre éste último mencionado, en función “de ayudar” a su cada día más alicaída y fragmentada mesita, sin la menor vergüenza en ser desmontado, como en efecto lo haré en los párrafos siguientes.

Al ex-ministro de Fomento del primer gobierno de Carlos Andrés Pérez no le importa si se le demuestra o no la distorsión que él hace de un concepto, o el cambio de una palabra y agregación de otra palabra adrede, para ambientar la connotación que quiere para tergiversar. Como viejo “político” educado en la escuela del mentir, piensa que quien lea sus dichos no se molestará en buscar las fuentes que los originó, que de paso no las dice, en su “grave… …llamado de atención a los portugueseños”. Por lo general el lector que lee un infundio, no es el mismo lector que lee el derecho a réplica por ese mismo infundio, como afirman estudiosos de la comunicación. Para este personaje mentir no importa, mientras sirva a un fin.

Cuando explicaba la estructuración de los circuitos comunales y su adecuación práctica, con la finalidad de darle cuerpo al estado comunal, el gobernador Castro Soteldo habló, entre los pasos de trascendencia que éstos debían dar, de la necesidad de "pasar de la tarea estrictamente electoral a una tarea política". Construir un país, es una tarea política.

De esta línea, el tergiversador se agarra y dice, “…a los circuitos comunales, que engloban a los consejos comunales, les va a dar recursos para pasar del mero acto electoral, a la acción política; esto quiere decir que le está pasando recursos de las alcaldías y del Ejecutivo regional, por unos 400 millones de bolívares fuertes, para la acción política…”. Para más adelante agregar una palabra que no aparece en la declaración del gobernador, “…es verdaderamente grave… …primero por ser ilegal, al no poderse utilizar los recursos del presupuesto nacional en la acción política partidista, lo que está prohibido en la ley y quien lo haga debe ser sometido a juicio… ”. ¿Se dieron cuenta que agregó la palabra partidista? A la palabra tarea, que fue la usada por Castro Soteldo, ya la había desvirtuado con las palabras acto y acción.

Este contrabando, que hizo este bribón, esta mentira, creyendo que las demás personas son tontas, fueron una práctica muy usual en el puntofijismo: recrear un escenario para establecer una presunta verdad. Por si alguien no lo sabía, es oportuno recordarlo que fue el gobierno del presidente Hugo Chávez Frías, el que suprimió el financiamiento a los partidos políticos con dineros públicos. La palabra partidista no está agregada allí en forma inocente. Cumple un rol en el subconsciente de nuestros caros lectores, en el desarrollo de la presunta “verdad” que él ha deseado posicionar.

Pero hay en los dichos expresados por José Ignacio Casal algunos referentes necesarios de explicar y contrastar. Debo intuir que el otrora –y costoso− empleado de Emilio Conde Jahn, a cuya sombra hizo la fortuna que ostenta, no se ha documentado sobre la actual arquitectura legal del país y de las nuevas formas de organización. Debo intuir que lleva más una década sin observar la sociedad venezolana. En los consejos comunales participan quienes integran una comunidad en general, sin importar la filiación política que la persona tenga. Difícilmente “la acción política” de un militante de un partido político equis pueda filtrarse u obtener algún beneficio en la tarea política de un consejo comunal, así este militante sea un miembro directivo. No puede. La misma contraloría social y la práctica diaria del consejo comunal lo detecta: es una auténtica democracia. Los proyectos por los cuales solicitan esos financiamientos que preocupan tanto a José Ignacio son elaborados, discutidos y aprobados en asamblea, e incluso, en algunos casos, ejecutados por ellos mismos. Por ese filtro es muy difícil que las viejas mañas puntofijistas se cuelen. Aquí los ojos de las comunidades, engordan sus propios caballos. No los caballos de otros, como ocurría en la IV República.

Hay otra frase del gobernador Castro Soteldo que llamó la atención de Joseíto, “…creo que debemos caminar en ese hilo frágil de la legalidad y de la ilegalidad…”. Es el accionar del ser humano el que crea la ley, no la ley al accionar del ser humano, es un principio elemental del derecho. No entiende que el país cambió. La nueva ley va normando la creación en plena hechura. Hay otro concepto que va más allá de los consejos comunales y de las comunas, y que seguro lo escandalizará más, el poder popular, que es la transferencia total del poder al pueblo, en la construcción colectiva del socialismo.

También aduce Casal que los cuatrocientos millones de bolívares que se invertirán a través de los circuitos comunales, se deberían utilizar para “…velar por la agricultura, porque aquí se vive, se siente y se progresa únicamente por la agricultura, y no se sabe si Castro Soteldo conoce cuánto se puede hacer con Bs.F. 400 millones invertidos en el desarrollo agrícola (vialidad, obras de riego, fertilizantes, infraestructura, entre otras), y no utilizar ese dinero en actividades políticas…”. ¿Interesante, no? Sería interesante también preguntarle a este caballero, ¿quién impuso el actual modelo agrícola a nuestro estado? ¿Para qué sirvió? ¿O para qué sirve? Llama “actividades políticas” al accionar del pueblo organizado y en revolución, pero no siente rubor alguno al exigir el fortalecimiento de la agricultura empresarial capitalista, causante en medida suprema de la desigualdad social de los portugueseños, de la miseria y el hambre en nuestro campo.

Hay otras babosadas en la declaración de José Ignacio, pero, ¡qué fastidio! si tengo ánimo –y tiempo− en otras columnas le dedicaré otras líneas.

lunes, 8 de marzo de 2010

¿Mesa? ¿Democrática?

Es un desgaste terrible de energía −y de tiempo, además−, ponerse uno a contestar cada babosada que se escribe o se dice todos los días, con irresponsable ligereza, por los medios de comunicación, en contra del presidente Hugo Chávez Frías, de su gobierno y del sistema político que él propone: el socialismo.

La oposición venezolana, como viuda del pasado gime, haciendo cualquier cantidad de análisis sobre un presunto avance que tiene, que en el terreno práctico, tangible, no se ve.

El gran elector, por la inmensa mayoría que constituye, que es nuestro pueblo, no se siente identificado en los brumosos motes de “sociedad civil” y “sectores democráticos”, con los que aquella se autoproclama, para diferenciarse del chavismo. Sabio como es, el venezolano intuye que es una treta excluyente para esquilmarlo, para hacer uso de su legitimidad, en contra de sus más caros intereses. ¿Qué pueden transmitirle esos motes? ¿Sociedad civil? ¿Sectores democráticos? No sé. En cambio, pueblo y chavismo, son una sola ecuación y un mismo resultado.

Siempre he dicho que esos cuatro millones y medio de votos que ellos tienen, cuando los estratificas por zonas, le quitas el tirro marca «Chávez, vete ya» que los une, y le pones un rostro y un nombre, esa votación adquiere su tamaño real: el suficiente como para representar a una minoría.

Una cosa es esa votación en un contexto nacional, y otra muy distinta es esa misma votación cuando la segmentas en realidades regionales y locales. ¿Se comportará igual, como cuando enfrenta Chávez, al elegir por lista en Portuguesa a un modesto dirigente de Biscucuy, a quien prácticamente, fuera de su municipio, nadie le conoce en el estado? Está por verse. Y si se le añade la fragmentación que atraviesan por esa misma curul, al parecer la única que obtendrán, la situación les luce bastante difícil.

El tremendo síndrome de mayoría que tiene nuestra oposición les obnubila el panorama de las elecciones del 26 de septiembre, y les hace incurrir en el ostentoso lujo de ir fraccionada, bajo el simplista y falso análisis de tener “muchos líderes”, cuando “el chavismo tiene sólo uno”.

Cuando se analiza desde el mundo al revés, los resultados de dicho análisis siempre saldrán al revés.

Ya el pueblo venezolano no es la masa legitimadora, a la fue convertida por el puntofijismo en los últimos 40 años que antecedieron a 1998. El pueblo venezolano se organiza en revolución, se constituye en poder popular, exige cuentas, y conoce de su fuerza y sabe cómo usarla.

Es cierto que el grueso de ese mismo pueblo fue la base social de ese último período histórico, razón más que se agrega como conocimiento de causa al nivel de conciencia política que hoy muestra.

Nuestro pueblo conoce muy bien a quienes hablan de renovación de liderazgo, cuando nunca fueron líderes, cuando nunca se renovaron; a quienes hablan de democracia, y usaron el poder en contra de ese mismo pueblo que les dio legitimidad.

Las cosas grotescas que uno ve y oye.

Hace días por televisión vi a Enrique Mendoza decir que, “según sus números”, la oposición obtendría “más de cien diputados”. Hay que tener sentido de la proporción. La Asamblea Nacional la integran 165 diputados, y si eso fuese cierto, la oposición no fuese oposición porque controlaría el poder político en Venezuela. Ése fue el mismo mentiroso que les dijo a sus seguidores que la oposición había recogido 27 millones de firmas para el Referéndum Revocatorio de 2004, cuando la población del país oficialmente se ubicaba en 25 millones de personas. Saquen la cuenta, caro lector, de la catadura moral y política de ese personaje.

Producto de la elección parlamentaria del próximo 26 de septiembre, quien haya de controlar la mayoría simple, es decir, la mitad más uno, necesitará 83 diputados; y quien haya de controlar la mayoría calificada, es decir, dos tercios, necesitará 110 diputados. Y la oposición venezolana no cuenta con el caudal electoral suficiente para aproximarse a esos números.

Modestamente les doy un parlamentario en cada estado por lista, es decir, 24 diputados; más los parlamentarios que obtendrían en los circuitos donde poseen fuerza real, que pudiera ser un poquito más de la mitad de lo que obtuvieran por lista, es decir, en sumatoria, entre 36 y 40 diputados. Más de ahí, no. Aún así, les faltaría mucho para llegar a un tercio de los integrantes totales de la nueva Asamblea Nacional.

Es un deber ético desmontar las matrices que a este respecto surjan, aunque ello implique un desgaste terrible de energía.

Siempre todo esfuerzo su saldo positivo deja.

martes, 2 de marzo de 2010

José Cortés de Madariaga, el Canónigo de Chile

En mi artículo de opinión de la semana pasada, «Casa León y su tiempo», producto de un lapsus mentis, le puse “una sotana” y “un dedo inducidor” al escritor español Salvador de Madariaga, el mismo que en 1951 editó una biografía sobre nuestro Libertador Simón Bolívar desde la óptica positivista, cuando me interrogo, “¿Qué papel jugó Salvador de Madariaga, más allá de su sotana y de “su dedo inducidor”?” (sic). Obviamente no refería a él, sino a José Joaquín Cortés de Madariaga, un controvertido personaje, que, gracias a ese lapsus mentis, me motiva para el tema de hoy.

Vista la cercanía del Bicentenario del 19 de abril de 1810, y dada la recurrente anécdota en que se ha convertido la participación política de este clérigo aquel día, es bueno decir que no fue sólo por su dedo, en movimiento de negación a espaldas del Capitán General Vicente Emparan, cuando aquel preguntaba al pueblo si quería o no que él lo siguiese gobernando, el hecho que lo hace entrar a la historia, o más bien el hecho que lo reduce a una parte fragmentada y fugaz de la historia y, en algunos episodios de enmarañada pasión de esa etapa emancipadora, ¡irónicamente! el hecho que lo lanza al olvido de la historia.

Para ese entonces siendo él una extrañísima mezcla de cura y francmasón, frente a los demás sacerdotes que vivieron aquellos acontecimientos históricos, evidentemente era una figura revolucionaria. Siglo y medio antes de que naciese en nuestras tierras la Teología de la Liberación, José Joaquín Cortés de Madariaga ya esgrimía el verbo encendido del ser independentista sin importar los hábitos clericales que portaba, no como otros que por esa fecha jugaban al ni-ni, diciendo "…No es mi ánimo entrar a demostrar la justicia, la necesidad y la oportunidad en que nos hallamos de declarar la independencia. Dos cosas solo deseo: la primera, acreditar que mi estado eclesiástico ni me preocupa ciegamente a favor de los reyes, ni contra la felicidad de mi patria, y que no estoy imbuido en los pretigios ni antiguallas que se quieren oponer contra la justicia de nuestra resolución que conozco y declaro. La segunda, es que Guanare a quien represento, no se tenga por obstáculo para la independencia cuando se crea necesaria…"1, mientras ocultaban a “honorables españoles” de la Real Hacienda al paso de la Campaña Admirable.

De aquel embrión emancipatorio en que participaron nuestros sacerdotes, y en confrontación siempre las dos clases sociales conocidas, con sus dos proyectos históricos antagónicos, faltarían 170 años más para que los descendientes de Madariaga y otros tantos curas rebeldes rubricaran su desiderátum terrenal con la opción preferencial por los pobres, en los documentos de Puebla y Medellín.

Vicente Basadre, último Intendente de la Colonia en nuestro país, en sus «Memorias Escritas», informa de la particular actuación del padre Madariaga ese memorable día, “…Inmediatamente gritaron varios de la plebe instigados de los enemigos ocultos, por un gobierno libre e independiente. A las nueve de la mañana vinieron a mi casa un Capitán y dos granaderos con sable en mano, con orden del Ayuntamiento de que pasase inmediatamente a las salas Capitulares, lo que ejecuté inmediatamente y encontré en ellas a todos los Regidores, Alcaldes, Ordinarios, Síndico, Asesor de Gobierno, Subinspector de Artillería, y sucesivamente fueron llegando la Real Audiencia, Prelados de las religiones, y muchos individuos particulares de todas las clases, como militares, paisanos, Abogados, Médicos, Cirujanos, Boticarios y Colegiales. El que llevaba la voz era Don José Cortés de Madariaga, Canónigo de Merced de la Santa Metropolitana Iglesia de Caracas, y natural de Chile, siendo conocido vulgarmente por el canónigo de Chile. Este hombre de carácter revolucionario (muy parecido al Canónigo Calvo, de Valencia, menos en lo sanguinario) y muy adepto a la independencia, como lo aseguran, seguía en correspondencia con los principales motores de la revolución de Quito; empezó a hablar con un estilo muy decisivo, imperioso e insultante, diciendo en sustancia, que España estaba perdida; que el Consejo de Regencia era nulo e ilegal. Que Cádiz, único punto que poseíamos, no era la Nación española. Que los papeles recibidos el día anterior eran falsos, capciosos y seductivos, por lo que el pueblo le había conferido poder para crear en Caracas un Gobierno independiente…”2. Lo reseñó para la Historia un hombre de la Corona española, Madariaga no era el acuseta cobarde que desvía una decisión a espaldas de su adversario; era un revolucionario de aquellos que organizan, agitan y propagan.

Engrillado y preso, fue enviado a Cádiz, junto a Juan Germán Roscio, una vez violados los acuerdos de la Capitulación de Miranda, por parte de Domingo de Monteverde.

Fiel a Miranda vivió hasta el final de sus días, en la población colombiana de Río Hacha, en 1826, a escasos cuatro meses de cumplir los sesenta años de edad. Fue el Generalísimo quien lo trajo, con la inmensa red de contactos internacionales con que contaba, desde su lejano Santiago de Chile, hasta una canonjía en la Catedral de Caracas, en 1803, en función de los planes políticos que se desarrollarían en los años posteriores. Pertenece a la sociedad secreta de nuestro venezolano universal. Al desplomarse la Primera República, todos los cuadros políticos mirandinos fueron perseguidos y presos.

Quedan para el reino de las hipótesis, como gustaba decir el viejo Trino Meleán, que a su regreso de Cádiz en 1816, su no contestación a las cartas del Libertador en las que le pedía su apoyo, y al año siguiente, en 1817, su sumatoria al Congresillo de Cariaco, junto a Santiago Mariño, haya influido su lealtad al Precursor de Nuestra Independencia.

Sirvan mis letras de hoy para recordarlo a 200 años de aquellos hechos, y en cierto modo para cubrir mi falla por haber confundido su nombre en mi artículo anterior.



Fuentes consultadas:

1)es.wikipedia.org/wiki/José_Vicente_de_Unda.

2)“La Economía Americana del primer cuarto del siglo XIX, vista a través de las Memorias Escritas por Don Vicente Basadre, Último Intendente de Venezuela”, Manuel Lucena Samoral, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, Nº 33, Caracas, 1983. Pág. 172. (Subrayados nuestros).

lunes, 22 de febrero de 2010

Casa León y su tiempo

Mario Briceño-Iragorry, ese compatriota nuestro, historiador positivista, cuya obra bibliográfica no me cansaré de promover, en función de su lectura reflexiva, en un libro suyo, describió las andanzas de un perverso malandrín de inicios del siglo XIX, llamado Antonio Fernández de León.

Ahora que se aproxima el Bicentenario del 19 de abril de 1810, sería interesante que uno, como curioso del oficio, así como otras personas amigas, con acreditada especialización, les acerquemos información a nuestros caros lectores sobre un conjunto de personajes olvidados e ignorados, que vivieron aquellos hechos.

Tal es el caso de Antonio Fernández de León, que fue recogido bajo la hermosa escritura de Mario Briceño-Iragorry, en su libro “Casa León y su tiempo”, editado en 1946.

¿Alguno de nosotros se ha preguntado el antes y el después de aquellos históricos acontecimientos, que dieron origen a nuestra República? Pero en interioridades como, ¿quién delató a Manuel Gual y a José María España, e incluso tuvo participación directa en sus martirios? ¿Quién, en 1808, se adelanta al 19 de abril, con fines personalistas, “protestando a favor de los derechos de Fernando VII”? ¿Qué papel jugó José Joaquín Cortés de Madariaga, más allá de su sotana y de “su dedo inducidor”? ¿Cómo terminan su vida figuras tan importantes de ese día, como Juan Germán Roscio, por ejemplo?

Mariano Picón Salas, en el prólogo de esa primera edición de 1946, sostiene que Casa León dejó de ser un personaje para convertirse en una clase social, la del traidor consumado: traiciona al Rey, para cortejar a Miranda; traiciona a Miranda, para cortejar a Monteverde; traiciona a Monteverde, para cortejar a Bolívar; traiciona a Bolívar, para cortejar a Boves, “y de Boves trata de pasarse a Páez, a no ser porque el astuto llanero ya no necesita de este anciano chapetón cuyo repertorio de mañas se ha agotado en los diez años más tormentosos de nuestra vida republicana”. ¿Para qué Páez iba a necesitar de Casa León, si ya traía consigo a Miguel Peña?

“Casa León y su tiempo”, contiene las actas de las capitulaciones de Miranda y Monteverde, los documentos de las delaciones de Gual y España, y de los revolucionarios firmantes de nuestra Acta de Independencia, con recomendaciones específicas para cada caso; todos terminaron con sus huesos en el Castillo del Morro, en San Juan de Puerto Rico, con cadenas perpetuas, por haber realizado nuestro primer documento republicano. De Casa León fue la traidora mano de estos hechos, así como del último suplicio de nuestro Generalísimo, Francisco de Miranda.

También en este maravilloso libro de don Mario se describe la corrupción administrativa de las rentas de la Colonia y de las primeras rentas de la República incoadas por este fatídico personaje; y de la apropiación de las tierras fértiles del valle de Tapa-Tapa, en el estado Aragua por medio de este mecanismo. Quien hoy día salga del túnel de La Cabrera con dirección a Maracay, una vez haya leído “Casa León y su tiempo”, podrá imaginar con mayor facilidad, cómo 200 años atrás un vagabundo con mil caras falsas, se enriqueció, a través del trabajo esclavo y del robo, de la prosperidad de esos predios.

Si inferirnos, como Mariano Picón Salas, que Casa León es una clase social, entonces el libro nos permitirá identificar a nuestro personaje más cercano, teniendo mejores herramientas para combatirlo, para desenmascarar sus argucias y reprochar sus mil formas de corromper.

Es una lucha política de nunca acabar, ésa de señalar Casa Leones, pero es apasionante, educativa y aleccionadora.

El nuevo cierre, según Yorman de Jesús

El brillante aedo guanariteño este domingo 31 de enero, casi que instantáneamente, respondió a mi artículo “El nuevo cierre” del pasado miércoles 27 de enero, arrogándose una destemplada vocería, que me servirá para agregarle nuevos elementos al tema.

Para los caros lectores de este espacio, sobre todo a aquellos que sean menores de 35 años de edad, y a aquellos que recién estén fijando su residencia en Portuguesa, y no conocen bien al personaje, les adelanto que es un buen amigo mío: Yorman de Jesús Tovar.

Amistad que se ha concretado gracias a la vocación que ambos sentimos por las letras y por el paladeo –ahora no con la misma frecuencia de antes− de algún escocés, o de un frío y espumoso elíxir amarillento, como proclama fiel del más insolitista de los hedonismos. Amistad que para nada ha sido impedimento a la hora de dirimir en público alguna interpretación política, de las que permanente y diametralmente opuestas tenemos, pues, como es bien sabido, él es un hombre de derecha, y yo soy un hombre de izquierda.

Además de necesario el debate, sirve para colocar en perspectiva posturas y planteamientos, ante un tiempo histórico que exige definiciones.

No sé si Yorman de Jesús se habrá dado cuenta de ello, pero la agresividad y maledicencia del lenguaje que usa, lo direcciona de la derecha a un fascismo recalcitrante del que no tendrá retorno alguno, le anula toda expresividad y belleza literarias que su prodigiosa inteligencia es capaz de dar, y lo convierte en un hombre solo y amargado, presa fácil de la disociación psicótica, que no me cansaré de denunciar.

La propia derecha portugueseña no le ha permitido −y nunca le permitirá− un espacio, pues su escritura rinde muy pocos aportes a los intereses que ésta busca. Ni siquiera puede aplicársele la categoría de “intelectual orgánico” creada por Gramsci, puesto que, exceptuando a Iván Colmenares y a Ricardo Gutiérrez, la derecha en Portuguesa apenas sabe leer y escribir, como para meterse en el tremendo esfuerzo que implica razonar la política como ciencia. Un letrado poco eficiente sirviendo a un pocotón de bichos que raras veces leen. Trágico papel.

Me imagino la terrible contradicción que debe existir entre la pluma del sibarita y nocherniego autor de «Maldigo el amor y lo sigo amando», digna del mayor elogio con la copa alzada, a la caza de amoríos furtivos y al acecho de encomiables aventuras; en contraste con el vetusto planteamiento conservador, ahistórico y achacoso, del columnista dominguero, lleno de odio y teniendo por toda compañía la soledad de sí mismo. Como dice el genial poeta Orlando Pichardo, “la poesía no admite ni hace trampas”. Ojalá el poeta venza en esta lucha interna.

¿Tú estás consciente de lo que defiendes, Yorman de Jesús?

Te confieso que para nada hacen mella en mí tus calificativos de “lacayo”, “marioneta” y “loro repetidor”, que de manera indirecta me haces, tampoco los insultos y descalificaciones con los que “acribillas” a la dirigencia del chavismo (léase, sabandijas, rábulas, títeres, etc.), a la cual tú acudes, por carecer de una argumentación política sólida para convencer.

En cambio, sí, me lastima mucho cuando agredes al pueblo.

En otros artículos tuyos he visto cómo dañas a tu propia gente, Yorman de Jesús, al pueblo, al que perteneces. Cuando les dices “focas”, “pendejos franelas rojas”, o cuando te burlas de ellos, porque van a comprar comida en las redes “Mercal” y “Pdval”. Precisamente tú, que no eres propietario de ningún medio de producción; que, como yo, eres despreciado por la pequeña burguesía agrícola de este estado; tú que has visto a cuántas madres deslomarse, envejecerse, trabajando, sin ninguna protección social y laboral, para que sus hijos estudien en una universidad, “y sean alguien en la vida”. Ése es el pueblo, Yorman de Jesús, la gente trabajadora, que desde la madrugada, con su trabajo, nos da alma y valor, sentido y corazón, para seguir escribiendo. No cantes a quienes quieren perpetuar ese estado de servidumbre. ¡Cántale al pueblo, carajo!

En cierto modo le hallo razón a la derecha portugueseña cuando esgrime que tus escritos no la ayuda, pues con semejante columnista jamás recuperarán las bases sociales que una vez le pertenecieron.

Ese canal de televisión que defiendes, “esa (presunta) ventana cultural”, ha llevado la más absoluta prostitución a los hogares venezolanos, a la sociedad venezolana. La programación que reseñas se hizo cuando William H. Phepls y Amable Espina aún vivían, y los capitales colombianos ni siquiera pensaban aparecer en la planta televisiva, con toda su secuela de podredumbre. Yorman de Jesús, en esos espadazos, le hablaste fue a personas que están por encima de 40 años. Diles a esas mismas personas qué piensan de “Ají Picante”.

Ese tipejo llamado Marcel Granier, “quien está hecho de una pasta diferente”, es tan racista y elitesco, que si se llega a enterar que un escritor de hermosas glosas lo ha defendido, pero que aparte, ese escritor de hermosas glosas es de origen pobre y campesino, y encima negro (Y acordaos que “Negro es un bello color”), será tan grande su repulsión, que en realidad comprenderás que él sí está hecho de una pasta diferente. Dura comprobación.

Para ir finalizando, te recomiendo la lectura bien detenida, del artículo Nº 2, del decreto presidencial Nº 1577, publicado, en Gaceta Oficial Nº 33.726, el 27 de mayo de 1987, donde el presidente de la República de entonces, Jaime Lusinchi (Ojo, no es Hugo Chávez), determina el destino de los bienes que se obtengan producto del usufructo del espectro radioeléctrico por la concesión que a 20 años se otorgaba a ese canal. Ese artículo no se cumplió, al momento en que se hizo efectivo el no otorgamiento de la concesión. Y tú afirmas, “con los aparatos robados al canal”. Creo eso es lo más grave de todas las cosas que dices.

¡Salud, poeta!

El nuevo cierre

Hay palabras y frases que, por su aparente sutilidad e inocencia, la oposición venezolana y sus socios mediáticos usan, buscando un fin distinto al que éstas explícitamente proponen. Es un uso por lo general, bastardo. Si no fuese por la secuela psicótica y disociadora que ellos dejan en un segmento –por fortuna cada vez más pequeño− de nuestra población, y por la seriedad clínica que revestirá encarar su recuperación algún día, resultaría divertido oír a aquellos hablar de “nuevo cierre”, ante la bravuconada de RCTV de no ceñirse a la ordenación legal que rige su actividad social y comercial. Recalco, su actividad social y comercial. No su actividad política. Ésta última no está especificada en sus registros y permisología, por la cual, violando su naturaleza empresarial y asumiendo roles reservados a los políticos, han hecho punto de honor, sin lógica alguna ni sustento jurídico.

¿Cómo puede volverse a cerrar algo que ya “estaba cerrado”? ¿Cómo entender eso de “nuevo cierre”? ¡Alguien está mintiendo! Pareciera un avezado trabalenguas, en el cual Sócrates haría delicias desentrañando sus argucias y su ética en un diálogo de nunca acabar, sino fuese porque el contenido engañoso es tan evidente que no amerita siquiera una disquisición.

La Norma Técnica sobre los Servicios de Producción Nacional Audiovisual de Conatel califica que un canal de televisión por suscripción es nacional cuando el 70%, o más, de su programación es producida en el país. En consecuencia, el canal de televisión por suscripción calificado, por este mecanismo legal como tal, deberá cumplir con todo lo establecido en la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión. Y la programación de RCTV es nada más y nada menos que 94% de producción nacional.

La exigencia del Estado venezolano es el fiel cumplimiento a dicha legislación para poder operar.

Pero el tema sirve a propósitos políticos.

Se argumenta que es únicamente para obligar a RCTV plegarse a las cadenas presidenciales, lo cual constituye una verdad a medias. Dentro de la exigencia está ello, pero su ámbito es mayor. También se le exige, como canal de televisión nacional, el respeto a los tipos de programas, elementos clasificados, transmisión de mensajes oficiales de interés colectivo y la difusión del himno nacional, entre los demás articulados de la ley.

Bajo el rótulo de canal internacional se burlaba la normativa y, aparte de los continuos y enloquecidos llamados al desconocimiento de la Constitución en sus programas de opinión, transmitían escenas de sexo y violencia sin importar el horario, sin importar que pudiesen estar niños viendo toda esa basura de degradación social en las horas que la ley reserva para ellos.
¿Por qué no se dice también que de 286 canales internacionales, 164 de éstos consignaron su documentación ante Conatel, y fueron calificados como Productores Nacionales Internacionales, y que el resto se presumen sean Productores Nacionales Audiovisuales, que estaban bajo esa adscripción “de internacional”? ¿Por qué no dicen que Conatel, además de RCTV, está notificando también a 81 canales de televisión más que no presentaron su documentación? ¿Por qué unos pudieron y otros no? ¿Por qué RCTV se niega a cumplir la ley?

Los antecedentes recientes de esta planta televisiva nos dan un panorama. La concesión por veinte años, otorgada durante el vergonzoso oscurantismo lusinchista, para el uso del espectro radioeléctrico del país, que venció el 27 de mayo de 2007, el Estado venezolano bien pudo habérsela renovado. Sólo que, es bueno recordarlo, las constantes violaciones a la ley, la promoción de la violencia, del golpe de Estado de abril de 2002, del paro petrolero y del desprecio de clase hacia los pobres de Venezuela, a los que recurrieron, fueron sustanciando un legajo por el cual el Estado venezolano optó por la no renovación de dicha concesión.

Sin embargo, se les permitió salir por cable, para que siguieran haciendo lo que antes hacían por señal abierta. Y aún así, Diosdado Cabello, hoy les indica que si ajustan su programación a las exigencias, a la Norma Técnica y presentan su documentación, perfectamente pueden volver a salir por las cableras.

Lo que pasa es que han gritado tanto −y han luchado tanto− por el “nuevo cierre”, que no escuchan al ministro señalándoles la única salida que tienen.

Cuando racionar ayuda a razonar

El fenómeno climatológico conocido como «El Niño», que prácticamente ha sometido a Venezuela a tres períodos de sequía continuos; y las distintas cuestiones de orden doméstico, que no se pueden evadir al abordar su problema eléctrico, son eslabones resultantes de un modelo de vida, que hoy tiene al mundo ante la cruda realidad de su extinción.

En un poco más de cien años hemos consumido y destruido los bienes que la naturaleza tardó millones de años en crear.

La iniciativa humana, aquella que por voluntad propia recorrió territorios inimaginables y los pobló; aquella cuya inteligencia proveyó de métodos y técnicas −cada vez más avasallantes, más sofisticadas− a su desarrollo; aquella que con arte, tocó las más sensibles fibras de la belleza, y que con ciencia, elevó su condición y ser a estadios asombrosos, ahora se muestra incapaz de revertir las consecuencias de su audacia, de su aventura indetenible.

En el sistema de producción capitalista está el origen del desastre ambiental y del desequilibrio climático que padecemos, y en su modelo de vida está la lógica irracional que nos impide la concreción de soluciones, incluso en situaciones aisladas y específicas, como el ámbito geográfico de un determinado país.

Si los Estados Unidos, y su american way of life, con el 5% de la población mundial consumen el 25% de toda la energía que se produce en el planeta, se puede inferir con facilidad la inviabilidad de su hegemonía capitalista. No son un ejemplo para alguien. Su ética, como carga colectiva, modela el despilfarro y la falta de escrúpulos; su moral, como principio individual, manifiesta un profundo desprecio por el ser humano. El llamado primer mundo, representado en una docena de países –que se consumen un 60% de la energía producida−, es sólo un reflejo cómplice de un sistema de producción que amerita ser erradicado, o desapareceremos inexorablemente como especie, y con nosotros desaparecerán también las demás formas de vida que nos acompañan.

Venezuela, y su decidida opción por construir el socialismo, se abren paso en ese dramático cuadro, que nos afecta en sus diversos aspectos.

El pasado período lluvioso, por los efectos del fenómeno climatológico «El Niño» se convirtió en período de sequía, limitando el caudal de nuestros afluentes en el Alto Caroní, lo que, a su vez, incide en la capacidad de nuestro más importante embalse hidroeléctrico, ubicado en su parte intermedia. En Guri se produce el 70% de la energía eléctrica que se consume en el país, y el nivel de sus aguas se está reduciendo a razón de 10 centímetros diarios, en detrimento de la generación eléctrica, hecho real que enciende las alarmas, máxime aún cuando faltan cien días para que se inicie el período lluvioso correspondiente a este año.

Este punto del racionamiento eléctrico es una magnífica oportunidad para que el país todo se integre alrededor de un aspecto de común afectación. Sin embargo, la politiquería, y su odio como praxis, no permiten divisar al país y a sus más caros intereses en este delicado escenario, sino al enano provecho que se obtiene de la migaja logrera, el oportunismo ramplón y la cobardía apátrida.

El comunicado publicado este domingo 17 de enero por los socios mediáticos de la oposición venezolana, en el cual ésta última “exige el cese inmediato del racionamiento eléctrico”, no es más que otra irresponsabilidad, de las tantas cometidas en contra de la patria.

Los once pedacitos de la llamada Mesa de la Unidad Democrática –que juntos no llegan a un 15% electoral−, plantean allí que es “discriminatorio” con los demás ciudadanos y regiones de Venezuela el trato dispensado a la ciudad de Caracas por no aplicársele recortes de energía, donde hay un metro que funciona con electricidad y moviliza a más de dos millones de personas, y un sistema de semáforos que de fallar provocarían un colapso brutal. Es estúpido el planteamiento, y se le ven las aviesas costuras de su fin. ¿Qué pretenden? ¿Volver al país en contra de Caracas? Y proponen dos brillantes soluciones: un nuevo racionamiento, “acordado con los ciudadanos” y adelantar una hora el huso horario legal, “para aprovechar mejor la luz solar”. Por cierto, ésta última propuesta ya se hizo en el 2007, con la infaltable oposición acérrima de ellos.

Es vital entender y colaborar con el racionamiento eléctrico, ser consciente que sólo con la unidad nacional superaremos la contingencia. Si visualizamos su importancia en este tiempo de carencia, crearemos disciplina y manejo correcto, para cuando vengan las mejores bonanzas; no quedarnos sólo allí, aplicarlo en renglones valiosos como el agua, los alimentos y los recursos monetarios.

Racionar en los momentos difíciles, ayuda razonar y valorar lo que se tiene, en todos los tiempos y en todos los espacios.

domingo, 21 de febrero de 2010

El desaliento como táctica y otras menudencias

«Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza»
Simón Bolívar
15 de febrero de 1819


«Tonto es aquel que piensa que la demás gente es tonta», es un juicio certero y sentencioso que a diario esgrime nuestro pueblo a modo de blindarse, aprendido sobre su propia experiencia, y demuestra para qué sirve el ingenioso antídoto de sus poderes creadores(*); mezcla de sintagma y apotegma, de descripción narrativa circular, fácil entendimiento y rápida síntesis, que desmonta las perversas manipulaciones de información y las elaboraciones ajenas a nuestro arraigo, que con tales y cuales la oposición venezolana y sus socios mediáticos pretenden, a través de nuestra quiebra moral, volver a dirigirnos.

Nuestro pueblo defiende su esperanza y su porvenir, y sabe que en su historia y en su cultura están las claves políticas que jamás permitirán su derrota, y menos que sobre sus hombros se abalance un nuevo coloniaje.

Una de esas elaboraciones que menos se parece a nosotros y que más han utilizado para desconfigurarnos, es la del desaliento. Transmitir, transmitir desaliento a toda costa. El uso de esta elaboración ha sido tan, pero tan abusivo, que por parte de ellos mereceríamos como mínimo de una disculpa. La realidad los hace fracasar una y otra vez, y son tan contumaces que persisten; el alto nivel de disociación psicótica que poseen los ha llevado a “fabricarse” otro país, con otra gente, sus propias estadísticas, su idiosincrasia, su territorio y sus bienes; afortunadamente a estas dos últimas ficciones no pueden vender, como hubieran querido vender también, sino fuese porque en el capital la mercancía a comprarse debe ser tangible; es decir, expresarse en un valor material e intercambiable.

Se necesita no conocer un ápice la historia de Venezuela y al venezolano como tal, como para proponer al desaliento como táctica, dentro de una estrategia que implique su dominación política y el usufructo de sus riquezas, en provecho del sistema capitalista mundial. Se necesita además no tener patria para servirle de cipayo a esos intereses, que en nada tienen que ver con nosotros.

No se tiene registro que en el tiempo inmemorial precolombino sobre estas tierras haya habido reinado indio alguno, sólo rebeldía y liderazgo de pueblos libres; luego resistencia y mestizaje, pero nunca entrega. En el período de la colonia fuimos lejana capitanía general, propicia para el trabajo esclavo brutal y embrutecedor, así como para el inicio de nuestras indómitas cimarronadas levantiscas; uno como causa y las otras como efecto, ambas, simbiosis entrópica, constituyen un legado que no admite resignación ni olvido. En el período de independencia y ahora en la república siempre hemos sido río desbordado y no redil; siempre hemos sido generosidad oportuna a algún hermano, sin facturas qué cobrar al menor chance; siempre hemos sido libertad, y libertad es un elevado estadio político de convivencia, sin estrategias de dominación, tácticas de desaliento, ni servilismos apátridas.

Basta sólo con ojear un periódico, oír la radio, ver la televisión o abrir el internet, para que nos salte encima esa poderosísima avalancha cuyo objetivo final es destruir al país, mediante nuestra desmoralización y reducción a nada. Para este juego se prestan toda una caterva de peones con la falsa ilusión de que si llegasen a lograr su propósito, ellos dirigirían lo que llaman la reconstrucción, en el papel de reina, olvidando que son ínfimas piezas de un ajedrez mayor que ni siquiera está dentro del país, olvidando que sirven a un poder con sede en los centros capitalistas del mundo que los desprecia profundamente, no menos con razón.

En diciembre de 2008, me topé en la ciudad de México con algunos venezolanos que a niveles medios participaron en el paro petrolero de diciembre de 2002 y febrero de 2003. Trabajan para contratistas prestatarias de servicios a las grandes firmas petroleras, son subcontratados y no son bien vistos por el imperio de las Siete Hermanas. El axioma es bien claro, “si usted atentó contra su propia empresa, quién garantiza que no intente hacer lo mismo con una que no es suya”. “Si usted atentó contra su propio país”, agregaría yo. Son tan imbéciles que se consideran con suerte, yacen en un desaliento nostálgico y, al menos en esa fecha, no habían hecho aún la revisión retrospectiva espiritual que todos nos hacemos alguna vez en la vida ante nuestras acciones. Para ese entonces ni siquiera se habían dado por enterado de la vil utilización de la que fueron objeto: son los propios estúpidos.

No hay un solo punto en que la oposición venezolana y sus socios mediáticos se encuentren, no con el chavismo, con el país. Aducen cualquier barbaridad para descalificar todo lo que se hace, desconocen que hay un país real que vibra, que vive, que sueña, y al cual ellos una vez pertenecieron. Se hacen llamar “sociedad civil” y “sectores democráticos” para no mezclarse con el pueblo y, lo más doloroso, para que no los confundan con el pueblo. La estrategia de dominación, de la que ellos son las primeras víctimas, les ha creado un terrible síndrome de mayoría, que les permite ignorar, o desaparecer como por arte de magia, a 70 años de exclusión social, y plantear como propuesta política al mismo modelo económico que la creó.

Cuando nuestro pueblo dice “tonto es aquel que piensa que la demás gente es tonta”, está apelando al reverso dialéctico de aquel dramático llamado del Libertador Simón Bolívar, en el Discurso de Angostura, “Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza”.

No nos contagiarán su desaliento. A todo le tendremos su oportuna respuesta.



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(*) El poeta venezolano Aquiles Nazoa fue quien acuñó el feliz concepto. En uno de los versos de su poema «El Credo» dice, “creo en los poderes creadores del pueblo”, para referirse a la sabiduría de nuestra gente, a su más férrea voluntad para salir de las encrucijadas, de las dificultades. La Constitución Nacional de 1999 lo recoge en la primera oración de su preámbulo de la siguiente manera: “El pueblo de Venezuela, en ejercicio de sus poderes creadores e invocando la protección de Dios, el ejemplo histórico de nuestro Libertador Simón Bolívar y el heroísmo y sacrificio de nuestros antepasados aborígenes y de los precursores y forjadores de una patria libre y soberana”…

Mensaje sin destino

Al sumergirme en el tema de la formación de la conciencia social y deleitarme en su abundante bibliografía nacional, me reencontré con Mario Briceño-Iragorry, un valioso escritor nuestro ya fallecido, quien, hoy, salvo en nuestras exquisitas élites intelectuales, es muy poco conocido por la inmensa mayoría del país; y con él, me reencontré también con una interesantísima visión suya al respecto llamada «Mensaje sin destino». Libro pequeño en tamaño y gigante en contenido, publicado en 1951; allí vierte dos conceptos que se cruzan y alimentan entre sí, “la densidad histórica” y “lo permanente venezolano”.

«Mensaje sin destino» no se puede leer solo, como una pieza aislada. R.J. Lovera de Sola, en su prólogo a la quinta edición de Monte Ávila Editores en 1998, recomienda complementarlo, pues “pertenece, dentro del pensamiento venezolano, a la serie de libros producidos en las horas «encrucijadas» de la nación”1. Y propone como complemento, «Manual político del venezolano» del prócer Francisco Javier Yanes; «El personalismo y el legalismo» de Jesús Muñoz Tébar; «El presidente» de Rafael Fernando Seijas; «Mosaico de política y literatura» de Luis López Méndez; «La interpretación pesimista de la sociología hispanoamericana» de Augusto Mijares; «Hacia la democracia» de Carlos Irazábal; y «Venezuela violenta» de Orlando Araujo.

Yo, siguiendo a Lovera de Sola, agregaría a ese listado tan consistente y útil, «Labor venezolanista» de Alberto Adriani; «Servir al pueblo» de Alí Rodríguez Araque; y «La industrialización de Venezuela en el siglo XX» de Orlando Araujo, como para redondear el quid de la cuestión, en esa afanosa y urgente tarea que tenemos de conocernos a nosotros mismos.

Al recomendarse estas magníficas lecturas como estimulante teórico del concepto que don Mario vertiera acerca de “lo permanente venezolano”, y su aparejada conciencia social que forma en consecuencia, se comprueba la existencia, al menos en lo historiográfico, del concepto de “densidad histórica”, del cual él mismo se lamenta en «Mensaje sin destino» por carecerse en la vida cotidiana del venezolano de entonces, de 1951.

Por “densidad histórica” se entiende a la profundidad de la Historia misma en su función de componente raigal en el quehacer de un pueblo y a su necesario conocimiento general por parte de todos y cada uno de sus integrantes; y por “lo permanente venezolano”, al reconocimiento de su herencia consolidada en patria, la cual configura al patrimonio del origen y a la identidad como elemento común integrador en nuestra vida y destino, además de darnos “sitio honorable en el concierto universal de las naciones”2.

Ambos conceptos son esenciales conocerlos y aplicarlos en la formación de nuestra conciencia social como pueblo, como venezolano. Saber de dónde venimos; a qué savia pertenecemos; conocer qué accionar humano y bajo qué circunstancias en un tiempo multiplicado nos hizo historia; por qué tenemos un espacio telúrico que nos da conexión y geografía; y hacia dónde vamos: la conciencia es su amalgama, y el carácter social, determina su preservación, defensa y trascendencia.

El contenido nacionalista en la lectura de Mario Briceño-Iragorry nos marca una ruta en el sentido de desenmascarar a la clase dominante y a sus intereses, a quienes hoy no tardan en aliarse con el enemigo de la patria en pos de algún mendrugo, a pensar el cuerpo nacional como un todo único, a la valoración de nuestro ser patriótico, como magistralmente se logra en otro de sus libros, llamado «Casa León y su tiempo».

A quien lea estas líneas es imperativo acotarle que la interpretación de la historia en Briceño-Iragorry se realiza desde la óptica del positivismo, y que su lectura dentro del período histórico que hoy vive Venezuela, reflejado en su decidida opción por construir el socialismo, exige disgregar en contextos ambas percepciones, en aras de tener bien claro el objetivo que se persigue, y de asimilar con mayor claridad la hora presente.

Son diecisiete ensayos breves los que integran «Mensaje sin destino», pero dejan un cavilar profundo acerca de lo que somos y de lo que hemos sido, y, pese a casi 60 años de haber sido publicados, dan un impulso renovado y renovador al indoblegable espíritu de lucha que todos debemos tener, en la construcción de la patria.




Fuente consultada:
1) «Mensaje sin destino», Mario Briceño-Iragorry, Monte Ávila Editores Latinoamericana, 5ta. Edición, 1998. Pág. X.
2) Ob. Cit. Pag. 81.

Disociación psicótica y conciencia social

Es increíble el tremendo bombardeo mediático al que es sometido el pueblo venezolano todos los días, por parte de un accionar político, inescrupuloso y sin patria. Nunca en Venezuela, en ningún período histórico, una oposición contó con tan poderosísima capacidad de instrumentos como ésta, concretada en enormes centimetrajes de prensa e interminables minutos de radio y televisión; en manejos sesgados de la información y en técnicas psicológicas de masas; además del personal y de la vasta red tecnológica que, en todo el territorio nacional, los propietarios de medios de comunicación, ponen a su servicio. Por supuesto, al entrar en contradicción con nuestro proyecto nacional de país y ante su carencia de auténticos cuadros políticos como portavoces del “mensaje”, todo ese formidable arsenal se diluye; sin embargo, como producto de su uso abusivo, un segmento –valioso y trabajador− de nuestra sociedad quedó aprisionado en la disociación psicótica, especie de patología mental colectiva que antepone “una realidad ficticia” a su propio discernimiento y análisis crítico en cuanto a lo que realmente acontece en una determinada situación; la cual, como patología al fin, tardará mucho tiempo en sanar, y por cuyo daño ningún adalid de éstos, ni político ni mediático, se hace responsable.

Así como Venezuela, igual como en las primeras décadas del siglo XIX, vuelve a jugar un importante papel como vanguardia en las corrientes de cambio, de dignificación política y de liberación nacional que se materializan en el Continente; en el contexto internacional, debido a su indiscutible liderazgo desarrollado, es supremamente perentorio acotar, como consecuencia de ello, que la tiranía mediática global, fabricante de mentiras y recetarios, por medio de sus transnacionales, despliega una brutal desinformación a los demás pueblos del mundo acerca de la forma de gobierno que, en sucesivas ocasiones, y por intermediación de elecciones democráticas, hemos decidido darnos.

El esquema operado es bien sencillo: manipulación perversa de información y disociación psicótica hacia adentro; desinformación brutal hacia afuera.

Como contrapartida, también es bueno resaltar que esos mismos pueblos del mundo responden, a escala planetaria, en el terreno de la lucha de clases, que, disyuntivamente, se plantea entre vida o muerte; entre la sustitución de un modelo consumista que todo destruye o la desaparición indefectible de la especie humana; entre la libertad por un futuro mejor de las grandes mayorías o el sometimiento por parte de una pequeña élite enriquecida que ofrece al resto −y para su beneficio− mayor sometimiento.

¿Cómo puede un pueblo como el venezolano soportar tanto? Gracias a la formación de la conciencia social.

Los pueblos no se suicidan. Al reconocerse como parte integrante de un todo único, cualitativo y diverso, como la lengua y sus sentires, sus conjunciones corporales y plásticas, la hechura de sus manos; el sonido armonioso de tierra y territorio, su conexión telúrica, viéndola reflejada en la inmensidad multicolor de las aguas que habitan su musical unión indisoluble; el sincretismo de saberes y formas que se confrontan y amalgaman constantemente hasta ser un solo barro expresivo; el saberse hermanado por la convivencia; la construcción individual multiplicada a través de milenios, y convertida en obra colectiva en la hora presente; son factores de identidad que impiden la destrucción de un pueblo. La conciencia social transversaliza todos estos elementos tangibles e intangibles, y actúa como un fortísimo sentido de pertenencia, como un cemento vital que todo une.

El pueblo venezolano ha dado reiteradas muestras de su conciencia social. No será precisamente el agorero pronóstico de derrota, elaborado por la exquisitez de algún “científico social”, a lo largo de diez años y a cinco mil kilómetros de distancia, el que la derribe; ni refinadas campañas mediáticas bien articuladas –y pagadas− las que tuerzan su rumbo. Tampoco el mimetismo traidor que al seno interno trata de frenar, interponer, obstaculizar, la resuelta marcha de un período histórico que avanza encontrando en los poderes creadores del pueblo el antídoto genial para conjurar golpes y paros; para desmontar emboscadas de falsas compañías y cartas bajo la manga de un adversario sin ética; para extraer de las lecciones nuevas fortalezas, y de las lesiones el duro aprendizaje de quien sabe conjugar perdón con memoria. Es la férrea creencia en el pueblo, en su verdad, en su accionar y en su destino, la fuente formadora de la conciencia social.

En un artículo anterior yo apuntaba que la duración del chavismo como período histórico se determinará en los estándares de su eficiencia política y en los niveles de su calidad revolucionaria; en la capacidad de transformar las relaciones sociales de producción y en la formación de la conciencia social. Estos cuatro puntos son necesarios de abrirlos al debate.

Quienes acusan de ideológico el contenido programático de la administración del presidente Hugo Chávez Frías son, paradójicamente, quienes se valen de las fachadas ideológicas, de las elaboraciones ajenas a nuestro arraigo y de la mentira como denominador común, para vender su oferta política, mediante el bombardeo mediático inmisericorde, y la disociación psicótica, como resultante.

Ante ello, es al conocimiento, a la práctica transformadora, a la conciencia social, que debemos acudir para contrarrestar el ataque masivo al que es sometido nuestro pueblo, y al toparse con las murallas de su noción de patria, sus valores, su idiosincrasia y su soberanía, se estrellen los oscuros intereses que pretenden desintegrarlo.

sábado, 20 de febrero de 2010

Letras, lecturas y métodos

No hay un hábito en el ser humano más emancipador que la lectura. Los valores agregados que deja su ejercicio son de tal magnitud, que la persona se transforma, en su interior, de manera constante. Es un crecer espiritual indetenible. Amplía la visión del mundo, enriquece el léxico, dota culturalmente al vocabulario, estimula la capacidad de pensar y provee de herramientas para el análisis. “Si no puedes viajar, lee”, me aconsejó un muy querido maestro de la vida, Armando Flórez Reina, quien me enseñó el oficio de las artes gráficas, hoy un recuerdo recóndito, como yo mismo hice escribir en su lápida, para evocarlo en los años futuros, éstos precisamente en los que desarrollo estas líneas reflexivas, que a él le dedico mientras trato de mirarlo en la distancia.

Descubrí mi hábito por la lectura siendo niño, curioseando en los libros apiñados que tenía en su cuarto mi tío Juan Ramón por montones; a mí me parecían gigantescos y enigmáticos. Cada visita a casa de mi abuela, a aquel inolvidable caserón en Reja de Guanare, era de mucha alegría, pues implicaba entrar en ese microcosmos maravilloso que allí había, sin que sus propios residentes lo advirtieran. Recuerdo de ese mágico oasis, «Las Obras Completas» de Francisco Pimentel “Job Pim”, editada en lomo duro, cubierta roja y papel biblia, que me leí de un tirón, y sus inmortales versos sobre el dulce hierro, poema que en mí constituyó mi primer encuentro con la ética política. Treinta y cinco años después mi tío Mon aún conserva ese libro. En la escuela aprendí mis primeras letras; pero en casa de mi abuela Juana aprendí a leer y aprendí, requisito básico indispensable para cualquier lector, a amar los libros.

Luego vino un devorar espantoso de libros; cuatro libros leyéndolos al mismo tiempo, sin orden ni temática alguna. “¿Qué edad tienes, Juan Ramón?”, me preguntó Armando, una tarde trabajando en su imprenta. “19 años”, le dije. “Aprovecha y comete todas las barrabasadas que puedas, que todas te serán perdonadas por muchacho. Eso sí, mucho antes de los treinta años debes tener presente estas tres cosas: uno, tener la suficiente entereza para reconocer los errores y no repetirlos; dos, tener un sentido exacto y estricto del ridículo; y tres, tener cultura política, para no embarcarte en canalladas ni avalarlas. Debes educarte y disciplinarte en el método”, sabio consejo me dio aquel viejo lobo de mar, que ahora repito a quien quiera oírlo. Desde entonces soy un hombre de izquierda.

Para la comprensión del ser humano y su accionar dentro de su circunstancia y su conjunto, existen palabras que, por su naturaleza, significado, estratificaciones derivadas y alcance, se constituyen en categorías; y hay frases, uniones de éstas u otras palabras comunes y corrientes, que comportan ideas. Es decir, la lectura requiere ser provista de dos brazos intelectivos: el estudio de las categorías y la historia de las ideas. El Che Guevara alertaba acerca del uso y aplicación de las palabras, sobre la forma correcta en que debía hacerse, puesto que éstas se convertían, per se, en categorías. De las ideas se desprenden las distintas corrientes de pensamiento.

Valiéndome de estos dos brazos intelectivos, suelo usar dos métodos en mi lectura diaria: el método eferente y el método estético. Ya no leo los cuatro libros sin orden temático al mismo tiempo, como lo hacía antes de mis veinte años.

El método eferente, es la extracción total del contenido, consiste en la lectura detenida, reflexionada, máximo de 25 páginas, en un tiempo promedio de dos horas; se recomienda hacer las anotaciones en un cuaderno aparte; no es aconsejable subrayar los libros, pues predispone y supedita al nuevo lector con la lectura de quien lo hizo; el subrayado en un libro no permite la formación de nuevas percepciones, incluso en su propio dueño, y en cierto modo privatiza su acceso a nuevos lectores. Carlos Marx practicaba este método en la escritura, prueba de ello es su obra «El Capital», que produjo varios cuadernos de anotaciones, «Los Grundrisse», tan buenos como sus tres tomos clásicos. Con este método se puede leer historia, sociología, economía, política, psicología, filosofía, entre otras ramas del saber. Es muy placentero aplicarlo en las primeras horas de la mañana.

El método estético, no tiene rigor científico alguno. Sirve para despresurizar la sobrecarga que implica el esfuerzo intelectual del método eferente. Es la apreciación hermosa de la palabra, de los giros idiomáticos, de las construcciones literarias. Se lee con libertad, sin tope de páginas ni tiempo preestablecido, sin anotaciones. Es ideal para leer poesía, novela, cuento, ensayo; se recomienda aplicarlo antes de dormir.

En 1985, el Partido Comunista hizo circular un folleto rojo con un discurso de Fidel Castro sobre el carácter impagable de la deuda externa por parte de los países latinoamericanos. Pude leer aquella extraordinaria, profunda y premonitoria pieza política por mi orbitaje periférico con los camaradas. De mi memoria traigo este recuerdo, porque los jóvenes de mi generación, a quienes nos tocó vivir y atravesar el vergonzoso oscurantismo lusinchista, teníamos que hacer magia para acceder a una buena literatura, máxime aún si no se contaba con recursos económicos, como era mi caso. La lectura era, en términos reales, prohibitivamente prohibida.

Durante la administración del presidente Hugo Chávez Frías se han editado millones de ejemplares, correspondientes a miles de títulos, y de los más variados temas, sin importar la filiación política del autor; se ha creado el Plan Revolucionario de Lectura, consistente en la creación en red de escuadras comunales de lectores; se han obsequiado libros al público en plazas y parques; se ha fortalecido el sistema nacional de bibliotecas públicas; se han incrementado Las Librerías del Sur, en las principales ciudades de Venezuela, con títulos a precios asequibles a cualquier estudiante o trabajador, de uno, dos, tres, cinco y diez bolívares; se han multiplicado, en progresión exponencial, revistas y periódicos, de diversas corrientes políticas, culturales y educativas; se abolió el analfabetismo y está estudiando la mitad de la población.

¡Cómo lamento que el viejo Armando Flórez Reina no esté vivo, para que viera construyéndose lo que tanto soñamos y hablamos! Su hermoso consejo “si no puedes viajar, lee”, no dejo de repetírselo a quien se me acerque, como tratando de revivir su enseñanza en cada pedacito del tiempo, del sentir, de la vida que me quede.

¿Oliva revolucionario?

«Ninguna propiedad de tierra en Venezuela
soporta una rigurosa investigación documental»


El pasado miércoles 9 de diciembre, en su página 12, sección Campo, el diario “Ultima Hora”, publicó una declaración del presidente regional de Fedecámaras, Juan Francisco Oliva, que pasó inocente e inadvertida frente al debate público portugueseño, y merece ser comentada en sus distintas lecturas, tanto por la falsedad que él emite en sus enunciados como por el subrepticio mensaje que encierra.

Al no poseer un cuadro político con credibilidad que les defienda su modo de producción y al pésimo marketing de sus empleados que juegan a ser políticos sin serlo, el prohombre feudal en referencia -creo yo que ignorando su origen-, le echó mano ¡qué ironía! a una célebre máxima revolucionaria, «es preferible morir de pie que vivir de rodillas», para transmitir una esencia contraria y con fines totalmente contrapuestos, al contexto en que la misma fue pronunciada en diversos momentos por personajes nacionalistas y de izquierda, como Benito Juárez, José Martí, Emiliano Zapata, Dolores Ibárruri “La Pasionaria”, Ernesto Che Guevara y Omar Torrijos. ¡Qué terrible falla ideológica tuvo este señor al citar!

Suena curioso -y hasta divertido- oír a alguien que vive de rodillas ante las trasnacionales de los agroquímicos y los monopolios agroindustriales, y que, a su vez, en perfecta reproducción del modelo económico que representa, hace vivir de rodillas y en condición de servidumbre a sus trabajadores, decir precisamente que prefiere morir de pie que vivir de rodillas.

Adentrándonos en el contenido de la referida declaración de prensa, el farmer de marras señala que “el Ejecutivo nacional se ha empeñado en acabar con la economía del país, en especial con la actividad agrícola”, al tiempo que refiere una supuesta “política de destrucción del aparato productivo”. Lanzadas estas dos premisas como centro de su perorata, en un silogismo aristotélico –esto lo agrego yo, dudo que en su vida haya leído al autor de Política–, determina que “uno de los factores que más ha incidido en la caída de la producción agrícola ha sido la política de expropiaciones y ocupaciones implementadas por el Ejecutivo nacional, a través de sus distintos ministerios”.

¿Qué empeño tan raro ése en acabar con la economía del país tiene el Ejecutivo nacional y qué política de destrucción tan ineficiente? Que el sector privado viene registrando un 60% de aporte al Producto Interno Bruto. Y, ¿en especial con la actividad agrícola? Si el Ejecutivo nacional, sin mencionar los demás incentivos a la producción, obligó por ley a la banca al otorgamiento programado de una cartera exclusiva para el sector con un 13% de interés anual, por cierto muy por debajo de la tasa de interés que tiene ese tarantín endógamo de créditos agrícolas, que este mismo individuo ha presidido varias veces sin elecciones democráticas. Por lo demás, resulta cínico aducir a una supuesta “política de expropiaciones” como “uno de los factores que más ha incidido en la caída de la producción agrícola”, cuando el objetivo que se persigue es, justamente, elevar la producción de alimentos, que hoy en un altísimo porcentaje se importa; cuando la superficie cultivada del país es irrisoria; cuando el problema es estructural, y sólo se resuelve transformando las relaciones sociales de producción. ¿Un factor? ¿Una caída? ¿Quién se puede caer estando en el piso?

¿Alguien se dio cuenta que el prohombre feudal le coloca el rótulo de política a todo, “política de destrucción”, “política de expropiaciones”? Cuando todas las políticas públicas del Estado venezolano están claramente definidas en el Proyecto Nacional Simón Bolívar, sin que aparezcan ninguna de éstas. ¿Pobreza lexical? No sé.

Ahora que llego al punto de las expropiaciones. Para que opere una expropiación como tal, necesariamente no debe haber indemnización o pago alguno. Cuando, más adelante en su declaración de prensa, nuestro difusor de máximas revolucionarias expresa, “El Ejecutivo no debe estar gastando el dinero en expropiaciones”, contradice la naturaleza oculta de su ataque mediático, hace endeble el argumento político que esgrime e involuntariamente dice la verdad: cuando se paga no es expropiación. A ningún productor agrícola se le ha expropiado, como se pretende hacer ver con las compras de tierras que el Estado venezolano ha hecho hasta el momento. Cuando ha operado la expropiación en fincas, dichos bienes provienen de fondos fraudulentos, como narcotráfico, enriquecimiento ilícito, corrupción o estafas a los ciudadanos, como en los últimos casos bancarios, de estos días.

En el país estamos presenciando la desarticulación progresiva de las superestructuras económica y social vigentes, en función establecer unas nuevas relaciones sociales de producción, teniendo como banderas principales la justicia, la equidad, la inclusión, la solidaridad. El productor agrícola no debe temer a ello, pues lo beneficia ampliamente. Lejos de dejarse encandilar por el presunto y agorero “escenario de descapitalización” que sólo existe en la disociación psicótica, producida por la guerra de cuarta generación en la que estamos inmersos; y del ritornelo aquel de que el Estado es el primer latifundista, debería repensar el modelo que ha defendido, y sus desastrosos resultados, que saltan a la vista: sí realmente éste ha sostenido su actividad en el tiempo “de forma independiente”, sin interacción con otros factores sociales; sí su lógica en verdad es justa; sí la alimentación es un derecho humano o una mercancía; y sí en ese “mucho esfuerzo y sacrificio” que asegura haber hecho, no habría en su contenido más de una plusvalía expropiada a algún trabajador, que vive en condiciones miserables. Hacerse éstas y muchas otras preguntas le es imperativo, para luego observar y comprender lo que se quiere hacer.

Por último, sería interesante saber cómo y bajo qué parámetros se conformará ese frente que convoca, para la “defensa de sus derechos y en prevención de ataques por parte del Gobierno nacional”. ¿Estará en el marco de la Constitución? ¿Las categorías defensa y prevención qué carácter tangible tendrían, en relación con su lema “morir de pie que vivir de rodillas”? Ya la historia, acción del ser humano ante su circunstancia y su conjunto, contestará estas preguntas.

Ruptura histórica y chavismo

El 6 de diciembre de 1998 se produjo en Venezuela una ruptura histórica. Cruje el sistema, puesto que, mediante una formalidad burguesa, como la vía electoral tradicional, accede al poder un proyecto político distinto al péndulo, representado en las dos gruesas corrientes ideológicas que, con sus diversos matices, en sus no tan diversos períodos históricos, se habían entronizado en nuestro país desde 1830.

Hace once años, y tres días, para ser más exacto, que las llamadas reglas de juego comenzaron a cambiar, y los postulados que atrajeron al electorado de aquel entonces se fueron constituyendo, de manera gradual, en ordenamiento jurídico; es decir, en Constitución y en leyes, siempre por intermediación del más preciado mecanismo que el establishment global pontifica y vende como legalidad y democracia: el voto.

Los períodos históricos que tuvimos los venezolanos en 168 años, agrupados primero en las viejas ideas conservadora y liberal, luego, de finalizado el largo reflujo que les propinó el gomecismo, transformadas en demócrata-cristiana y socialdemócrata respectivamente, nunca se propusieron el desmontaje de las superestructuras económica y social que aún perviven, como la desarticulación progresiva de las mismas que en éste estamos presenciando, en función de un nuevo modo de producción y unas nuevas relaciones sociales, de equidad, justicia e inclusión.

Al caracterizarse el chavismo como período histórico, se denota en su contenido una profunda diferencia en relación con los otros que han existido, y sustenta la afirmación que hice acerca de la ruptura histórica que les indico al comienzo del artículo: su decidida opción por construir el socialismo. Las históricas banderas de redención social del pueblo venezolano, traicionadas en forma sucesiva y casi de manera inmediata a la instalación de cada uno de estos períodos, cobran vital vigor y, en la medida que el mismo pueblo que las enarbola se vaya consolidando en poder popular, nuevas aspiraciones apuntalarán aún más su afianzamiento y trascendencia en el tiempo.

Los diez años de la guerra por la Independencia, donde se inmoló la mitad de nuestra población y donde nuestro ejército nacional marcó un hito en la historia de la humanidad al salir de nuestro territorio a libertar y no a conquistar, no fueron suficientes ante la traición; y el paecismo, con su imponente Jefe a la cabeza, transforma en República y, por consiguiente, en estamento legal, la voracidad rapaz de la oligarquía conservadora, dejando intactas las superestructuras económica y social de la Colonia, donde aquella nació y se nutrió. Fueron los desarrapados, los menesterosos, los miserables de siempre, quienes alzados de nuevo marcharon, otra vez, a una nueva y larga guerra de cinco años, no ahora contra un invasor de ultramar sino contra el despojo y el castizaje derivado en este período, que los negaba en lo más elemental de la condición humana. Al artero asesinato de su carismático líder, Ezequiel Zamora, y con una altísima contribución en seres humanos fallecidos, Antonio Guzmán Blanco capitaliza –en el concepto más taxativo del verbo– aquel gigantesco esfuerzo de nuestro pueblo y bajo su membresía de “ciudadano esclarecido” instala su “distinguido” período, conocido como el guzmancismo, sobre la base de otra nueva traición. Alzamientos y montoneras, comandadas por terratenientes y doctores de la ciudad; derrocamientos, y traiciones a un liderazgo campesino de excepción, fueron florecientes y agónicas expresiones de los pobres de Venezuela en su empecinada búsqueda social jamás renunciada, en ese tránsito finisecular. Llega el siglo XX y con éste, la modernización, la aviación militar, la explotación petrolera en gran escala; si el gomecismo convino en permitir abierta y formalmente la injerencia de los yanquis en nuestras vidas, también en su seno se gestó un proyecto político, el Plan de Barranquilla, el cual constituiría la génesis programática del último y –en términos reales de tiempo– del más largo período histórico que hemos tenido, y el cual un alto porcentaje de venezolanos recuerda hoy día por su reciente existencia: el puntofijismo.

Paecismo, guzmancismo, gomecismo y puntofijismo, resumen en 168 años, como nos dijera una vez Raúl H. de Pasquali, “una oprobiosa historia de traiciones y de traidores”. Pese a ello, nuestro pueblo siguió luchando denodadamente por la libertad de los esclavos, la tierra, los derechos ciudadanos, sociales y laborales; la educación pública; contra la opresión política, los monopolios petroleros, el imperialismo; logrando en ese permanente combatir importantes conquistas.

Como período histórico, la duración del chavismo se determinará en los estándares de su eficiencia política y en los niveles de su calidad revolucionaria; en la capacidad de transformar las relaciones sociales de producción y en la formación de la conciencia social. Se equivocan quienes lo interpretan como coyuntura o accidente. La despiadada exclusión social y su deuda acumulada, como consecuencia de la explotación petrolera en gran escala, su derivada cultura rentista y su desigual estructura en la distribución del ingreso, en los últimos 70 años que antecedieron a 1998, le dan un carácter especial y un renovado espíritu de lucha, ante una senda de sacrificios por reivindicar, y de sueños postergados de los más desvalidos, que deben –y deberían ya– dar sus frutos.

Sin ánimo alguno de desmotivar a quienes quieren encarnar, bajo la estrategia del refrescamiento, las vetustas nomenclaturas del pasado, les dejo un rasante paneo por la experiencia histórica: para que el viejo Partido Liberal y el Partido Liberal Amarillo se hubieran convertido en Acción Democrática, y para que el Partido Conservador se hubiera convertido en Copei, hubo de transcurrir un larguísimo reflujo de casi 50 años, mientras se consumía dos revoluciones sociales y una dictadura.

Mis amigos cristianos aseguran que “el tiempo de Dios es perfecto”. Y quienes, como yo, fundan su convicción en la dialéctica materialista, argumentan que la historia la construyen los seres humanos, frente a su circunstancia y su conjunto.

Allá, en esa acera, cada quien, que use o invierta su tiempo como mejor le parezca.

José Manuel Briceño Guerrero: el pequeño arquitecto del Universo

«No sientas vergüenza por tu primer libro; en todo caso, avergüénzate del último»
Jonuel Brigue

Muy pocos compatriotas, fuera de nuestras exquisitas élites intelectuales, conocen de la existencia de este hombre. Su nombre habría resultado común en una escogencia al azar en el Almanaque “El Venezolano”, aquel inmenso pliego de papel impreso con el santoral, por el cual se orientaban nuestros padres en antaño para elegir cómo llamarnos, sino fuese porque su nombre es referencia universal entre los más grandes filósofos del siglo XX. Sus estudios sobre la condición humana, el lenguaje y el ser, se elevan a más de treinta títulos publicados; y su profundo cavilar filológico, su amor y terror de las palabras, lo llevó al aprendizaje, dominio y conocimiento de más de catorce idiomas, incluyendo lenguas clásicas como el sánscrito, hoy reducida a los sagrados ritos milenarios del Asia indoiránica. Se llama José Manuel Briceño Guerrero, y en ocasiones asume el heterónimo de Jonuel Brigue, abreviación de sus nombres y apellidos, e impronta de identificación en el mundo literario.

Nacido en Palmarito, estado Apure, el 6 de marzo de 1926, quien se convertiría en el políglota más culto e importante del país, transcurre luego en Barinas su infancia, y su educación primaria queda “bajo la severa vigilancia del bachiller Elías Cordero”, célebre educador barinés, recordado por sus rigurosos métodos de enseñanza. Allí conoce y comparte estudios con José Virgilio Zapata, un acre, honesto, austero e histórico personaje del Partido Comunista, con mucha vinculación en Portuguesa, apureño y profesor universitario como él. Ya de adolescente, en Barquisimeto, Briceño Guerrero culmina sus estudios de bachillerato. Se traslada a Caracas y en 1951, en el Instituto Pedagógico Nacional, a los 25 años de edad, obtiene el título de profesor de idiomas, cuyo ejercicio inicial “ …no fue tan feliz. Quizás se debe a que hablo bajito, pero no pude ejercer disciplina entre los muchachos… ”, como confesó años después. A partir de 1968, emprende largos viajes que lo llevarán por México, Estados Unidos, Francia, Alemania, España, Rusia, China e India, entre universidades e idiomas, entre el placer fonético de las palabras, entre el descifrar minucioso de sus signos.

Fiel a la promesa que se impone a sí mismo de no publicar absolutamente nada, sino en la víspera de sus cuarenta años, edad en la que prevé él haber obtenido ya una sólida cultura; es entonces en 1962 que, con la impresión de su primer libro «¿Qué es la filosofía?», comienza un formidable editar que no cesa y una maduración de las ideas, al buen estilo de los mejores vinos. En su pensamiento filosófico, destacan libros como «América Latina en el mundo», «El origen del lenguaje», «La identificación americana con la Europa segunda», «Europa y América en el pensar mantuano» y «Discurso salvaje», estos tres últimos fueron unidos y publicados en 1994, por Monte Ávila Editores, bajo el nombre de «El laberinto de los tres minotauros». Y en creación literaria, «Doulos Oukóon», «Triandáfila», «Amor y terror de las palabras», «El pequeño arquitecto del Universo», «Anfisbena. Culebra ciega», «Holadios», «Esa llanura temblorosa», «Matices de Matisse», «Trece trozos y tres trizas», «El diario de Saorge» y «Los recuerdos, los sueños y la razón». Sólo para despertar la curiosidad en el amigo lector dejo estos títulos de una larga lista, que de ponerlos todos me consumiría la totalidad del espacio del artículo.

Entre el 23 y 24 de abril de 1999, tres años después de habérsele conferido el Premio Nacional de Literatura, me correspondió, como asistente del área literaria del ICEP, organizar una ilustre e ilustrativa visita suya al estado Portuguesa, la primera de las dos únicas visitas oficiales que nos ha dispensado, en su largo y frondoso pensar como humanista. Posterior a esa fecha, en una hermosa poesía descriptiva de pueblo y tierra, prologa el libro de fotografías del chino Hernán Rivero, «Visión de Portuguesa», quien fuera nuestro fiel compañero de viaje en esos días, que sellaron una amistad que pervive pese a distancias, olvidos y ocupaciones. En aquella sesión especial, con motivo el Día del Libro y del Idioma, el Maestro José Manuel basó su discurso en esta copla anónima y realenga, de nuestros llanos:

¡Ah, malaya, quién pudiera,
con esta soga enlazar,
al viento que se ha llevado
lo mejor de mi cantar!


Y desmenuzó filológicamente la copla sabanera hasta verle los tuétanos en sus mágicos y enigmáticos signos. Diez años después, al ser homenajeado como la figura central de la Feria Internacional del Libro Venezolano, Filven 2009, vuelve sobre la copla, con renovadas cavilaciones, extrayéndole nuevos jugos, a su significado que dice muchas cosas a la vez.

Tenía mucho tiempo sin verlo, me lo encontré fortuitamente en Caracas, sin andarlo buscando, en esos diáfanos momentos que la vida nos depara para reafirmarla. Recordamos coplas, imágenes literarias, recomendaciones luminosas, como aquella que una vez me hizo sobre James Joyce, de que, para poder penetrar en las intrincadas brumas de «Ulises», primero debía leer «Los dublineses». Prometimos volvernos a encontrar. Confieso que en esta ocasión no pude arrancarle el secreto acerca de sí él era en realidad el pequeño arquitecto del Universo. Me sumergí de nuevo en las páginas de su maravilloso libro, tratando de buscar las claves implícitas entre su lúcida existencia con la del aquel empecinado fotocopiador que no encuadernaba un libro sin antes leerlo.