domingo, 8 de febrero de 2015

¡Chávez era mejor que Nicolás!

Sobre la mayoría del pueblo venezolano, es decir, sobre las bases chavistas, para caracterizarla con un término político concreto, se ha lanzado el más de los despiadados bombardeos que a nivel psicológico se haya podido lanzar a pueblo alguno en la Historia. Refinadas especies de laboratorio ‒que no por refinadas dejan de ser retorcidas‒ se han puesto en práctica desde las más variadas fuentes y los más insospechados lugares, para destruir su unidad monolítica de masa transformadora conquistada en estos últimos 16 años de intensa lucha social, gracias al genio y a la figura de nuestro inolvidable Presidente Hugo Chávez Frías, y hacerla retroceder a su antigua condición de masa legitimadora, en función de que vuelva a convalidar intereses y privilegios de una clase que no es precisamente la suya. Los más entendidos y doctos en la materia llaman a esta gigantesca operación psicológica guerra de cuarta generación. Un tecnicismo por cierto, ése de cuarta generación, un tanto complicado de hacerlo comprender, cuando tratas de alertarle a una camarada o a un camarada de que ella o él se encuentran sumergidos en el fondo de una cruenta batalla permanente, que se libra dentro de nuestras propias cabezas, donde las balas se manifiestan mediante la manipulación de ideas o la fabricación de sensaciones, donde la pérdida de la conciencia de uno subliminalmente se traduce en la quiebra moral de la voluntad misma, que es el objetivo final del adversario que tengas en cualquier confrontación que te planteen. En plena decadencia del Puntofijismo, Alfredo Maneiro una vez dijo, refiriéndose al abandono de la tesis desarrollista del Plan de Barranquilla por parte de las clases dominantes de entonces para abrazar al neoliberalismo, que en Venezuela “para avanzar sólo bastaba con retroceder”. Salvando las debidas distancias tanto en intención como en fin con el filósofo y fundador de Causa R, ése pareciera ser el lema subrepticio de la derecha venezolana en esta guerra de cuarta generación: insuflarle a nuestro pueblo la falsa premisa de que sólo avanzará si retrocede. En los últimos días, alguno de ustedes seguro habrá oído a alguien “lamentarse” diciendo que “Chávez era mejor que Nicolás”. Frase en apariencia “inocente”, que es lanzada en forma milimétrica y deliberada ante un chavista desprevenido, por alguien que generalmente no lo es. La intencionalidad de la frase es perversa, pues busca establecer una división en un contexto que los chavistas nunca nos hemos planteado. El “Nicolás no es Chávez”, que les funcionó tan bien en la corta campaña electoral de abril de 2013, ahora es sustituido por el “Chávez era mejor que Nicolás”. El cognomento de “era mejor” que ahora le agregan está exquisitamente pensado. Tiene un fin. No lo dicen alegremente, ni mucho menos como una concesión al generoso hombre de quien tanto denigraron en vida. Su finalidad es dividir a las bases chavistas, que nuestro pueblo establezca comparaciones que no tienen lugar, para que finalmente le retire su apoyo al Presidente Maduro, o neutralice su participación por él, es decir, que si no logran que vote en contra ese chavista desprevenido, tienen como segundo propósito conseguir su abstención como votante. Abrumarlo en el pesimismo, de que ya nada vale la pena, de que ha sido estafado en su sentimiento. Cuidado con esto, que es una especie de laboratorio, muy fina y a la vez asquerosa. No le ha tocado fácil al Presidente Nicolás Maduro. Imagínense a una orquesta sinfónica que viene tocando armoniosamente su rítmica melodía, y de pronto su director llama a uno de sus músicos para entregarle la batuta y dejarlo al frente. Por más partituras que se sepa y que haya ensayado, el solo hecho de encontrarse íngrimo con esa minúscula varita (que no es mágica, por si algunos han llegado a pensarlo) en la mano, debe ser un impacto multitudinariamente desolador: sostener en pie el peso de semejante responsabilidad, máxime aún si hay un público expectante de por medio. No se calzan así porque sí, y menos de la noche a la mañana, las botas de Hugo Chávez. Y eso lo ha dicho en reiteradas oportunidades Nicolás Maduro. Ha trabajado denodadamente y sin descanso, y si no me creen, busquen su fotografía de candidato y pónganla junto a una foto suya actual: y se darán cuenta de los estragos físicos que estoy diciendo. A cada uno hay que valorarlo, en forma honesta, en su justa dimensión, espacio y tiempo. Pero, de eso, ya se encargará la historiografía del futuro. Maduro, como lo llamamos afectivamente sus camaradas, por ejemplo, ha tomado medidas que lo revisten de un profundo carácter obrerista. El año pasado eliminó a una herencia neoliberal de finales de los años 90: a más de 65.000 mujeres pobres, pero pobres entre las más pobres, de todo el país, que se levantaban muy temprano todos los días a preparar la comida del Programa Alimentario Escolar del Ministerio del Poder Popular para la Educación, y que estuvieron por muchos años trabajando en condiciones casi de esclavitud, bajo la promesa de recibir un día su cargo fijo (algunas murieron en esa espera), las pasó a las nóminas del referido ministerio, con todos sus derechos laborales. Medida ésta por cierto silenciada por nuestros propios medios de comunicación, que ni siquiera se han tomado la molestia de hacerle una cuña para informársela al pueblo. Medida ésta que reivindica a Chávez, quien dio esa misma orden, pero que la burocracia aburguesada, que parasita cual orquídea en ese frondoso samán que es el Estado venezolano, nunca la acató. ¿Qué cómo podemos desactivar una manipulación como ésa, de “Chávez era mejor que Nicolás”? Primero, cerciorándonos acerca de quién es la persona que nos lo está diciendo, desnudarle sus palabras más allá de su “inocencia”, por qué lo dice, cuál es su intención, y desmontarle la coartada con nuevas preguntas. Ellos no conocen nuestro mundo, nosotros sí, ¿van ellos a venir a hablarnos a nosotros de cómo somos? Si esa persona es escuálida, pónganla a prueba, verá que no tendrá un solo argumento para sostener “su afirmación generosa hacia Chávez”. Segundo, no alimentemos a la industria del rumor, a veces somos nosotros mismos quienes le servimos de vehículo difusor a nuestros adversarios sin darnos cuenta; si un rumor crece en Venezuela es porque parte de nosotros mismos ese rumor lleva en su cuerpo y alas, ninguna otra fuerza política en el país tiene el tamaño nuestro, entonces hagámonos esa autocrítica dentro de la lucha contra la alienación burguesa que libramos todos los días, y plantémonos como una firme barrera ante el inclemente bombardeo psicológico que busca dividirnos.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Mis diez razones para votar por Wilmar Castro

1.- Porque, de todos los candidatos a gobernador, es el único que garantiza la ejecución de todos y cada uno de los Cinco Grandes Objetivos Históricos del Programa de la Patria 2013-2019, en todo lo que concierne a nuestro ámbito territorial. 2.- Porque ha venido desarrollando dentro de su gestión de gobierno un eje destinado a la ecología. Aspecto fundamental claramente definido y afirmado en el Quinto Gran Objetivo Histórico del Programa de la Patria 2013-2019, que se propone contribuir a la salvación del planeta y de la especie humana. 3.- Porque dentro de su gestión de gobierno no se han hecho alianzas con policías corruptos ni se han organizado escuadrones de la muerte, a modo de política para contrarrestar el crimen y el delito. Porque su gobierno no tiene las manos manchadas de sangre. 4.- Porque ningún habitante de Chabasquén ni del municipio Unda puede decir que su gobierno ni él en persona hayan reprimido alguna agrupación campesina por ocupar tierras, o por manifestarse simplemente. 5.- Porque es un hombre que estudia y elabora propuestas, las coloca a la discusión general portugueseña, bajo métodos democráticos; no es ningún improvisado, y posee personalidad y discurso propio. Jamás suele aplicar un lineamiento político nacional en el estado sin traducirlo a la realidad regional, sin proveerlo de su impronta campechana y característica. 6.- Porque en su primer programa de gobierno hay una línea estructural de largo aliento, a la que merece dársele continuidad, que se propone la transformación integral del modelo económico de Portuguesa, la planificación de la producción agrícola, la protección de sus cuencas hídricas, bajo unas nuevas relaciones sociales de equidad e inclusión, que se supeditan como centro a los intereses de los trabajadores. 7.- Porque es un hombre honesto y trabajador. Dudo que a su alrededor se cobijen ladrones y flojos, porque los desprecia profundamente; y a quien piense lo contrario de esta afirmación le ofrezco mi palabra y mi reputación como aval. Quien me conoce sabe que soy enemigo del elogio fácil, y que cuando ejerzo la crítica si tengo que aplicármela a mi mismo para graficar un ejemplo, lo hago; como lo he hecho en algunas oportunidades públicamente. Quien piense lo contrario, que lance el primer argumento. 8.- Porque es un hombre culto, y es un defensor de la cultura como el hecho esencial de toda transformación humana. Lector sistemático de Ilya Prigogine y Fritjof Capra, de István Mészáros y Enrique Dussel, de Carlos Marx y Ludovico Silva, de Humberto Maturana y Arturo Escobar. Ama las lecturas filosóficas y el estudio de los sistemas dinámicos complejos. 9.- Porque es un hombre tenaz y consecuente en las metas que se ha trazado en la vida; porque las privaciones materiales propias del hogar pobre y campesino de donde proviene, y los sacrificios y avatares en soledad de una vida estudiantil militar, forjaron el carácter de un ser humano que sabe a ciencia cierta qué papel le corresponde jugar como individuo en la historia; no es alguien que vaya a torcer de rumbo después de 56 largos años de existencia. 10.- Porque no es anticomunista, razón ésta que unida a todas las demás, me hacen sentirme orgulloso de considerarlo mi amigo.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

El Programa de la Patria 2013-2019

Luego de la Constitución Nacional de 1999, El Programa de la Patria 2013-2019 es el documento político más importante que hayamos producido los venezolanos en este siglo, a tan sólo doce años de despuntar su aurora. En verdad, al revisar cada una de sus partes componentes, de sus cinco grandes objetivos históricos 1.-La Independencia; 2.-El Socialismo; 3.-Nuestra América; 4.-El Mundo, y 5.-La Humanidad, consigo una maravillosa carta de navegación de largo aliento, en que, ¡por fin!, concretemos, en las décadas por venir, nuestras más preteridas aspiraciones como pueblo, la más grandiosa realización ciudadana de un pequeño género humano que ha sido capaz de levantarse de sus tragedias, de reconstruirse a sí mismo, de compartir su libertad bondadosa con otros pueblos del mundo, incluso a riesgo de su propia existencia y sin pedir nada a cambio. No permitamos que este documento político tuerza su rumbo en las coyunturas cotidianas, y apliquémonos en el cumplimiento cabal de cada una de sus tareas. No permitamos que se funda como los cinco motores, o se manosee como las tres erres. No permitamos que se transforme en una moda. Ya bastantes retos postergados tenemos en nuestra vida republicana, como para que éste, que es la sumatoria de todos, se nos vaya de las manos, y perdamos otra oportunidad histórica. No tenemos opción. El gran documento político del siglo XIX, El Programa de la Federación, con sus tres grandes objetivos históricos a) Tierras y hombres libres; b) Elecciones populares; y c) Horror a la oligarquía, resumió a las florecientes y agónicas expresiones de los pobres de Venezuela en su empecinada búsqueda social jamás renunciada. Fue un documento debatido y aplicado en medio de una guerra feroz. Fue el producto resultante de una dolorosa traición, la traición a las banderas de la independencia, y aquel gigantesco sacrificio de nuestro pueblo por su dignidad fue ahogado en un pacto ominoso, que sepultó literalmente a nuestro país en un ostracismo por más de ochenta años. El gran documento político del siglo XX, El Plan de Barranquilla, se propuso el tránsito de aquel país rural fragmentado y caudillesco, con sus limitadas estructuras económicas y su población empobrecida, a una suerte de sociedad capitalista que recién desplegaba su principal riqueza petrolera y, con ésta, su imperiosa necesidad de industrializarla. La historia es harto conocida. Esa suerte de sociedad capitalista devino en un profundo carácter rentista que lo impregna todo hasta nuestros días y reproduce constantemente, como fatalidad generacional, a un tipo de venezolano que debemos superar y trascender. La dirigencia política que comenzó a materializar ese Plan no lo concluye, lo abandona para abrazar al neoliberalismo. Podría decirse que El Plan de Barranquilla fue traicionado por sus propios autores y por sus herederos en el orden político. Como ironía o paradoja de la historia, cuatro de sus ocho grandes objetivos históricos relativos a la alfabetización de la población, la protección de las clases productoras de la tiranía capitalista, la revisión de los contratos y concesiones celebrados por la nación con el capitalismo nacional y extranjero y el control por el Estado o el Municipio de las industrias que por su carácter constituyen monopolios de servicios públicos que quedaron inconclusos durante el puntofijismo, fueron cumplidos y cerrados como ciclo histórico por el presidente Hugo Chávez Frías. Traición en uno, inconsecuencia en otro, El Programa de la Patria 2013-2019 no debe ser salpicado por ninguno de esos lastres. De nosotros dependerá su aplicación. Una vez cumplida la primera gran meta de su primer gran objetivo histórico La Gran Victoria Electoral del 7 de Octubre, debemos ponerle fecha a todos sus puntos y convertirlos en el pan nuestro de cada día durante los próximos seis años. Si queremos patria verdadera. Si queremos dejarle algo valioso a las generaciones venideras, por lo cual se sientan orgullosas de nosotros.

jueves, 23 de febrero de 2012

La Tonada del Culatero

Algunos aspectos marxistas en la poesía cantada de Joel Hernández Pérez

Dicen sesudos filósofos que ética y estética deben ser un binomio indisoluble, en la construcción de un planteamiento. Que la una es el fondo, que la otra es la forma, y por lo tanto no pueden separarse. Por ello, apelando a sus frondosos conocimientos en literatura, Joel Hernández Pérez, al legarnos esta maravilla de canción, no podía traicionarse a sí mismo: y nos construye su visión de un llanero sólo como su pródiga inteligencia honestamente sabe hacerlo, diciendo la verdad. Nos lo retrata al pie de una querencia, mientras se interroga a sí mismo acerca del por qué, en su tránsito terrenal, nunca supera su condición social de campesino pobre, pese a haber consumido todas sus energías físicas trabajando desde niño. Su leitmotiv radica en que él no es el dueño libérrimo de su destino.

Siendo apenas un adolescente, yo entré en contradicción con el dogma cristiano del libre albedrío. Jamás pude entender aquello de que uno se labra su «propio» destino. Por fortuna –y de manera temprana– pude resolver ese problema de la conciencia, al conocer las obras de Carlos Marx, en especial a los Manuscritos Económicos y Filosóficos de 1844. Hoy puedo intuir que Joel también las ha leído: y para así decirlo, La Tonada del Culatero es mi más valiosa prueba documental.

Carlos Marx, quien mejor ha interpretado –y potenciado desde la praxis− los intereses de la clase trabajadora mundial, sostiene en sus libros que el llamado «propio» destino de la persona al que aluden mis queridos amigos cristianos cuando esgrimen su tesis del libre albedrío sólo se determina por el papel que esta misma persona representa dentro de las relaciones sociales de producción. Es decir, que las facultades de «propio» que ellos le atribuyen al destino no son tan propias que se diga, que no es autónomo un trabajador como para decidir de manera individual que a quien ofrezca su fuerza de trabajo ha de obtener de aquel por dicha relación el fruto íntegro del producto de la misma y así “labrarse su propio destino”, sino que la determinación de su destino como tal se materializa a través del rol específico que desempeñe como pieza aislada en los intrincados resortes de la economía, en las distintas funciones que se expresan en la división del trabajo. Joel, sin proponérselo –agrego yo–, remarca en su Tonada este viejo concepto marxista, que señala ese rasgo de la división del trabajo: “…¡Ah malaya quién pudiera / ser como el cabrestero! / Que siempre marcha adelante / por esos rumbos llaneros / Yo que marcho en la culata / cómo voy a ir primero / no puede ser caporal / quien nació pa’ culatero…”.

Pero, el drama y las sentidas aspiraciones de redención social de ese culatero perdido en el sinfín de una sabana venezolana, son el mismo drama y las mismas sentidas aspiraciones de redención social del conjunto de los trabajadores a escala planetaria. Estructurada en un discurso poético impecablemente hermoso y en unos arpegios finos, estilizados y pulcros, La Tonada del Culatero tiene por la calidad de su contenido un espacio ya ganado como denuncia en cualquier parte del mundo donde un trabajador campesino padezca explotación o servidumbre.

También en la poesía que se canta en La Tonada del Culatero, Joel Hernández Pérez yuxtapone una lucha de clases –otra categoría marxista– en todas sus metáforas y humanizaciones. Plantea el conflicto que mueve a la historia como un potente motor. En versos tan certeros como éstos, “…Viejo camino, tú que conoces / la dura vida de los arrieros / Me vine de mi lugar / pa’ salir de jornalero / pero mientras más trabajo / más viejo me voy poniendo / y sigo siempre en mi oficio / siendo el mismo culatero…”, se siente el lamento de una superación preterida y nunca realizada. Y en otros, “…Por aquí vamos novillo / trochando el mismo sendero / atrás quedó tu potrero / allá el amor que yo quiero / Cada quien en este mundo / marcha por su derrotero / el pobre con su pobreza / y el rico con su dinero / ajila ajila novillo / y olvida tu comedero…”, crudas resignaciones.

Es importantísimo acotar que, en estas descripciones poéticas tan bien elaboradas, nuestro gran compositor portugueseño no resuelve el conflicto planteado. Y no puede hacerlo. Tampoco es una obligatoria conclusión. Por una razón muy sencilla, le faltó precisar la relación dicotómica entre lo histórico y lo natural, que Marx deslindó en forma magistral. Asunto comprensible y salvable por tratarse de la obra de un compositor popular, y no de la abstracción teórica de un científico social propiamente marxista. La condenación de un hombre pobre a ser de por vida un pastor de vacas es un hecho histórico y por lo tanto es un hecho superable. No es para nada un hecho natural. Si se aborda de esa manera el conflicto nunca será resuelto. Digamos que en términos de poesía esta resolución queda como una tarea pendiente.

Pero aun así, hay una carga ética en esta hermosa canción. Por eso perdurará a través de los tiempos.

jueves, 10 de marzo de 2011

Monólogo público con mi maestra Miriam

Cuando nos hablen de transformación, debemos recordar que en su carácter etimológico es una acepción disyuntiva y nunca olvidar que el término destrucción es una de las dos opciones en que consiste. Con el vocablo cambio ocurre algo parecido y posee un mero significado de traslación. En política estoy enamorado de la palabra direccionalidad.


Miriam Biscardi de Ríos, mi maestra de tercer grado, de férrea dulzura y terrible honestidad, en su ilustre clase diaria, solía transmitirnos ejemplarizantes conceptos de ciudadano y de país, interesante tarea a largo plazo llevada a cabo, máxime aún por la escasa perceptibilidad de noción de cuarenta niños de ocho años de edad, aturdidos por el festín con excesos que resultó la bonanza petrolera de 1974. Inexorable, el tiempo fue pasando, entre crisis y luchas harto conocidas. Mas sin embargo, hoy día, en la soledad de la escritura, en esta modesta mesa de trabajo, a veinticuatro años de su bonita experiencia educativa, pienso que su misión realizada no se ha perdido, que no fue en vano, así el país tenga extraviado en algún lugar de la geografía el valor ciudadano y los ciudadanos hayamos reducido el patriotismo a la insulsez de la palabra hueca. Ojalá este monólogo público con usted sirva para que alguien se incorpore y lo convirtamos en diálogo o polémica, en grito tremebundo, en clamor escuchado. La sustancia de este escrito no es loa ni égloga, sino un pequeño reconocimiento para quien me enseñara la mágica belleza de las primeras letras, tampoco ¡y qué fortuna para ambos! una alabanza de “ocioso escribidor y compañerito de partido”, porque felizmente en política tenemos formaciones diferentes.

¿En qué momento empezó el derrumbe nacional? ¿O la nación ha existido como tal? ¿O somos nosotros mismos los derrumbadores que, cada noche, nos dormimos entre nuevos escombros de lo que no fuimos? ¿O aniquilamos una farsa con otra nueva farsa? ¿O quién nos asigna ese guión de náufragos supremamente tan real, que algunos hace tiempo lo creemos en serio? ¿O el poderoso de la trama tiene acaparados los salvavidas en tierra firme y en el script no aparece esta escena?

No es que me aferre a las últimas cinco sílabas de mi cédula de identidad cual xenófobo fan de un furioso larapeñista recién documentado en diferendos ni mucho menos al endulcir bobalicón del publicitario nacionalismo mercantil de lo nuestro es lo mejor, pero siempre vamos persiguiendo la caravana de un desastre, inclusive, encandilados y junto con los malos, contagiosos y contagiando, por calles empedradas de buenas intenciones. “Ésa es la muerte de las ideologías”, sentenció, juicioso, un muy querido pediatra sexagenario a quien profeso afecto, y yo, cuan obediente niño diagnosticado, guardé mis postulados de aspirante a comunista en el mejor sitio de la memoria donde se olvidan las cosas, presagié con vítores mis futuros aportes a la patria y coloqué el producto de mis lecturas al servicio de una nueva causa, que degeneró de fresco liderazgo discursivo a fraseología variopinta de ocasión, de gavilla sedienta a prolongación de lo anterior reinante. En mi caso, mi visión del mundo no funcionó. Mas no culpo a nadie ni me arrepiento de “mi carencia de análisis”, de “mi ceguera ante el signo de los tiempos”. Quizá, con sus características lógicamente particulares y con otras escenografías, le haya ocurrido en esencia lo mismo.

Ha habido enseñanzas muy duras, maestra. Y, por supuesto, años para digerirlas, asimilarlas y devolverlas al escenario social. En nombre del mapita ése, colgado en la pared izquierda del salón, que se me parecía a un pequeño elefante, con la trompa alzada y las patas traseras con franjas oblicuas, sigo orientando todos los actos de mi vida, como usted bien nos lo pidió, un buen día de esos en que se quiere como padre y se respeta como hijo. Probablemente se ha enterado que escogí el oficio de poeta y, a juzgar por las ruedas de tractor y los insecticidas agrícolas que rigen aquí la nobleza del trabajo, de antemano la disculpo si lo considera algo aventurero o trajín de vago. No he conocido otra manera de hacer efectivo mi aporte como ciudadano, distinción cuya única mácula en su haber fue ilusionar a otro ciudadano con la ilusión de convertir una esperanza en realidad. De todos modos esa misma ilusión me la vendí a mi mismo y estoy cargando con la raya dos veces.

Me recuerdo de usted en esta hora por varias razones, tengo días pensando en mis maestros, los voluntariosos, los amables, los enérgicos, tánto… que no merecían tánto olvido de mí; permítame la falta de consideración al sintetizarlos en usted. Hace poco me detuve frente a la escuelita nuestra, allí donde incineró su juventud en función de un país, y tuve que traerme los pedazos de corazón en la mano al verla en las humillantes ruinas donde agoniza. No quisiera que nuestro próximo encuentro sea cuando asistamos a su demolición. Me recuerdo de usted, también, porque deseaba contarle a alguien de respeto lo tormentoso de autoexiliarse durante nueve largos meses de silencio.

Si por lo pronto no se concreta en el país un proyecto realizable de direccionalidad en que enrolarme, en lo adelante trataré de mejorar mi distinción de ciudadano, como me lo inculcaron cuando apenas era un niño de ocho años de edad.



Publicado en el diario “Ultima Hora” del estado Portuguesa, el 26 de abril de 1998, pág 04, sección Opinión.

martes, 13 de abril de 2010

Jugar de otra manera

Es interesante leer el artículo «Ni primarias ni consenso: sindéresis» de ayer en “Ultima Hora” y la nota publicada en la prensa regional –que en resumen ambos textos dicen lo mismo−, en que Iván Colmenares presenta “con poca fe”, “ante el pueblo de Portuguesa y ante la Mesa de Unidad Democrática Regional, este aporte para lograr una integración global de todos los sectores que quieren participar en la contienda electoral del 26 de septiembre” (sic), para tratar de darle un viraje a los negociados internos que las cúpulas partidistas de la oposición mantienen en torno al tema electoral.

Intuyo que Iván José orientado por su olfato presiente venir sobre la oposición lo que otros no ven, o se niegan a ver: una espectacular derrota.

En Venezuela ocurrió una ruptura histórica el 6 de diciembre de 1998; se ensayan nuevas formas de organización; se implementa una nueva legislación, que va normando la creación en plena hechura; se estructura un nuevo tipo de país; el pueblo se organiza en revolución, cuya concepción más acabada ha de ser su configuración en poder popular, a través de la construcción colectiva del socialismo.

La dirigencia opositora de Portuguesa no interpreta, no analiza a ese nuevo país que bulle, que emerge en sus propias narices. No han avanzado políticamente nada. Piensan que desde una página de internet hablando estupideces, o con mensajitos de texto sin contenido, harán retroceder a un período histórico, cuyo origen deviene de la exclusión social creada por estos mismos opositores, cuando fueron gobierno. Piensan que sin formular una idea y al amparo económico de algún contratista suicida, obtendrán una votación del pueblo, sin tener con éste el más mínimo contacto político. Piensan que piensan, y convierten su deseo personal “en un hecho real”, cuando la realidad anda transformándose en los sueños y los anhelos de quienes nunca tuvieron nada, cuando la realidad se convierte en ejercicio político pleno para quienes nunca más han de ser engañados.

Entiendo este llamado a “sindéresis” de Iván José, como un intento de renovación de liderazgos en las filas de la oposición portugueseña, cuando dice, “ …sin desmerecer a nadie, que otros nombres que están presentes en el debate, deberían dar su aporte en estos tiempos de convulsión, donde la única garantía frente al fracaso y a la arremetida del gobierno para alcanzar lo imposible el 26S, no sólo es unidad, porque esa fórmula sin carne, la probamos duramente en el 2008, mordiendo el polvo de la derrota, unos simplemente perdedores, pero otros humillantemente aplastados… “(sic).

Al sacrificar su propio nombre, por unos bueyes cansados que no tienen propuesta política alguna, siendo él el único de los aspirantes de la oposición que en Portuguesa posee una votación propia, en descenso, y posiblemente suficiente como para obtener una curul, es dable entender su poca fe, pues ya por adelantado se da por no oído.

Por ignorar el carácter de clase en su análisis político –algo muy lógico, pues él no es ningún revolucionario−, Iván José yerra al determinar que la oposición puede “…salir del hueco y enfrentar con éxito, a la avasallante maquinaria oficialista, que sólo está aceitada por el poderoso Don Dinero, pero que ya no tiene el afecto popular ni el arraigo de un Presidente… ”(sic). ¿Avasallante maquinaria oficialista? ¿Aceitada por el poderoso Don Dinero? ¿Afecto popular? Desde esta perspectiva él le niega al pueblo toda capacidad de comprensión política, lo trata como a un objeto, y encima diciéndole “que se aceita con dinero” le pide su apoyo para sacar a la oposición de “un hueco”, y así, una vez colocada aquella en las curules, pueda proceder a “su liberación”. ¿Quién está en mejor circunstancia? ¿El pueblo? ¿O la oposición? Por fortuna, estas brumosas calificaciones, donde se manifiesta claramente un profundo desprecio de clase –pese al ocultamiento de su carácter dentro del análisis− son detectadas por el pueblo, que sabe mejor interpretar la política que los dirigentes. Para las élites políticas, y para las cortes exquisitas de intelectuales, el pueblo no es reconocido como categoría ni como variable de poder; paradójicamente, este desconocimiento opera en su favor mientras se desarrolla como sujeto histórico.

Sin embargo, este llamado a “sindéresis”, que yo interpreto como renovación de liderazgos, adolece de una falla: no es propuesta de dialogo. Al decir su proponente que esperará, “…por una respuesta de la Mesa de Unidad Democrática Regional hasta el próximo 20 de abril, en caso de no obtenerla –indicó- jugaré de otra manera… “(sic), cierra todas las puertas, incluso a la propuesta misma y a sus nominados. ¿Quién dialoga con un plazo de por medio? ¿Cómo se podría interpretar la frase “jugaré de otra manera”?

“Jugaré de otra manera”, tiene varias interpretaciones. Si se le desprovee de la carga de chantaje que pudiera tener, podría interpretarse como que Iván José destinará sus esfuerzos a construir política a largo plazo, a concentrar una fuerza, a construirla, como él mismo una vez lo hiciera, mucho antes de que la preeminencia de los medios de comunicación convirtiera al ejercicio político en comodidad, en facilismo y en holgazanería. “Jugaré de otra manera”, también tiene su cara anti-democrática, que es el rostro del fascismo, del desconocimiento institucional, del quebrantamiento de las reglas de juego.

Por conocerlo muy bien, le doy el beneficio de la duda: pensaré que se inclinará por lo primero, desechando totalmente lo segundo.

lunes, 5 de abril de 2010

El 19 de abril de 1810

A pesar de tratar de reconocer a Fernando VII como rey, y de erigir una Junta conservadora de sus derechos en nuestras tierras, el 19 de abril de 1810 fue la génesis constituyente de la Independencia en Venezuela. Siempre se fija su gestación como producto de las Abdicaciones de Bayona, acontecidas dos años antes, en que Napoleón Bonaparte transforma a su hermano José en Rey de las Españas y de las Indias. Este hecho es, indiscutiblemente, el disparador internacional que desencadena los llamados sucesos de aquel día, tan memorable en nuestra historia. Como memorable es señalar también que una revolución social se venía germinando como factor interno para conjugarse con aquel episodio, y la misma que tiene sus referencias lejanas e inmediatas en el levantamiento de Juan Francisco de León en 1749; la sublevación de Manuel Gual y José María España, en 1797; las fallidas expediciones navales de Francisco de Miranda a nuestras costas, en 1806; y la conjura de los mantuanos de Caracas, en 1808.

Necesario es ubicar en contexto a nuestros caros lectores que de estas referencias lejanas e inmediatas al 19 de abril de 1810 como puntales del agotamiento social y político de la superestructura colonial, sólo el movimiento de Gual y España y las fallidas expediciones navales de Francisco de Miranda se propusieron la Independencia de Venezuela, desde el punto de vista militar, con un programa, una bandera y teniendo la fundación de una patria como fin ulterior. El levantamiento de Juan Francisco de León fue fundamentalmente contra el monopolio representado por la Real Compañía Guipuzcoana y pedía la libertad de comercio entre sus fines; sin embargo, su reseña dentro de este marco sirve para colocar un punto de partida de aquella revolución en marcha, que habrá de estallar con mayor fuerza en las décadas posteriores. De la conspiración de los mantuanos de Caracas, haré unas consideraciones unos párrafos más adelante.

El 19 de abril de 1810 tuvo su evolución

De Junta Suprema de Caracas que trató de jurar fidelidad a un rey, se convierte en debate político y en concepción jurídica; devenida en Primer Congreso, se convierte en independencia y en patria. Fue impulsado por mantuanos y por blancos criollos que apuntaron siempre al aspecto económico y a su control, lo que trajo aparejadas en las consecuencias políticas de dicha acción consecuencias militares, que se desarrollarán en una larga guerra de diez años, donde habrá de inmolarse la mitad de nuestra población. En su devenir y consulta privó el régimen censitario, que reservó y aseguró a los propietarios de bienes su elección y participación en aquellas históricas deliberaciones; y el pueblo venezolano como convidado de piedra, puesto siempre como “objetivo” del “fin”, el que aclamó con su no la renuncia de Vicente Emparan, fue nutriendo de contenido social aquel día hasta apropiárselo por completo, aún al costo de su propia vida, en las innumerables batallas que se libraron a posterior, parteras de nuestra vida republicana.

Puede decirse que el 19 de abril de 1810 es el punto crucial de muchas fechas, de muchos hechos; pero también puede decirse que es el punto de quiebre en que el accionar de una casta es rebasado por un pueblo y una vanguardia para construir una nación. Ése es el carácter histórico que garantiza su permanencia en el tiempo.

Pero esa evolución tiene sus fundamentos en una conducción política impecable, que supo con sentido de oportunidad cuándo era el momento preciso para dar el viraje. El 19 de abril de 1810 bien pudo haberse convertido en una re-edición de la conspiración de los mantuanos de Caracas, como era en sus propósitos iniciales. Condes, marqueses y clérigos pujando para que todo siguiera igual, buscando convertir un cambio histórico en simple fachada. Basta con echarle un vistazo a las primeras decisiones de aquella Junta Suprema, para uno percibir que lo que se buscaba era el control político, económico y militar de la Metrópoli, sin que la superestructura de la Colonia se modificara un ápice.

Bien vale recordar al Libertador Simón Bolívar, faltando tan sólo horas para el 5 de julio de 1811, cuando exige la pronta declaración de la Independencia de Venezuela, “No es que hay dos Congresos. ¿Cómo fomentarán los que conocen más la necesidad de la unión? Lo que queremos es que esa unión sea efectiva y para animarnos a la gloriosa empresa de nuestra libertad; unirnos para reposar, para dormir en los brazos de la apatía, ayer fue una mengua, hoy es una traición. Se discute en el Congreso Nacional lo que debería estar decidido. ¿Y qué dicen? Que debemos comenzar por una confederación, como si todos no estuviésemos confederados contra la tiranía extranjera. Que debemos atender a los resultados de la política de España. ¿Qué nos importa que España venda a Bonaparte sus esclavos o los conserve, si estamos resueltos a ser libres? Esas dudas son tristes efectos de las antiguas cadenas. ¡Que los grandes proyectos deben preparase con calma! Trescientos años de calma ¿no bastan? La Junta Patriótica respeta, como debe ser, al Congreso de la nación, pero el Congreso debe oír a la Junta Patriótica, centro de luces y de todos los intereses revolucionarios. Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana: vacilar es perdernos… …Que una comisión del seno de este cuerpo lleve al soberano Congreso estos sentimientos”1.

No en balde aquel Primer Congreso, el 2 de marzo de 1811, cesando en sus funciones a la Junta Suprema de Caracas, se instala ¡qué curioso! en la residencia del Conde de San Javier, en virtud de la misión gatopardiana que llevaba incubada. No en balde la Iglesia católica mueve en aquel propósito a las mejores fichas −o cuadros políticos, mejor dicho− con que contaba. Sólo que la voluntad política de una vanguardia se impuso y un pueblo nutrió de contenido social a una fecha, que el mantuanaje colonial había reservado para cambiar de forma y seguir medrando.

Por eso, el 19 de abril de 1810 es y seguirá siendo un día del pueblo venezolano, de sus aspiraciones, de sus conquistas, de sus luchas y de sus sueños.



Fuente consultada:
1) «Doctrina del Libertador», Simón Bolívar, Colección Biblioteca Ayacucho, Nº 1, Págs 7 y 8. (Subrayados nuestros).