martes, 30 de marzo de 2010

Un monstruo llamado Juan Germán Roscio

Uno de los personajes claves en los acontecimientos emancipatorios que produjeron el 19 de abril de 1810, fue sin duda alguna Juan Germán Roscio. Nació en San José de Tiznados (hoy estado Guárico), el 27 de mayo de 1763. Estudia Teología, Sagrados Cánones y Derecho Civil, en la Universidad de Caracas, porque contó con el apoyo de la hija del Conde de San Javier, doña María de la Luz Pacheco, quien se encarga financiar sus estudios y manutención, desde 1774.

Siendo hijo de padre italiano y madre mestiza, se le atribuye la condición de pardo; lo cual le hace vivir en carne propia la discriminación social de la Colonia; pero, a la vez, ese mismo hecho, le curte la conciencia política, que descollará antes y después de aquella memorable fecha de nuestra historia republicana.

Sobre este particular de discriminación social hay dos episodios en su vida dignos de reiterar, que ya han sido contados en otras ocasiones. El primero episodio lo afronta cuando solicita su inscripción como abogado ante la Real Audiencia, que le fue concedida; teniendo la tenaz oposición del Colegio de Abogados, que se negó a admitirlo en su seno puesto que “en el expediente de limpieza de sangre presentado por Roscio no figuraba el calificativo de «india» que en otros documentos se le daba a su madre y a su abuela materna”, episodio que lo lleva a “iniciar un proceso en el cual presentó brillantes alegatos que pusieron en evidencia su formación jurídico-ideológica y la orientación filosófica de su pensamiento”. El segundo episodio lo afronta cuando defiende en el Cabildo de Valencia a una mestiza de nombre Isabel María Páez, esposa de Juan José Ochoa, a quien se le negaba el derecho de usar alfombra para arrodillarse en el Templo, pues éste era un derecho reservado sólo a las mujeres mantuanas. Estos episodios ocurrieron antes del 19 de abril de 1810, y en ambos resultó victorioso.

Juan Germán Roscio, ejerce la docencia, traduce textos. Y es influenciado en las ideas de libertad, como todos los hombres de su tiempo, por el documento titulado “Carta dirigida a los españoles americanos” del sacerdote jesuita Juan Pablo Viscardo y Guzmán. Son los aires mirandinos del gran Sebastián Francisco los que recorren aquella atmósfera libertaria, donde se vieron muchos desprendimientos de la grandeza humana, a la par de no pocas traiciones, de pequeñas ruindades, que siempre medran –para que nada cambie− alrededor del liderazgo de las nuevas épocas.

El 19 de abril de 1810, como hecho constituyente en sí, habría de examinarse, desde el tamiz de 200 años transcurridos, por la conciencia política de quienes lo configuraron, además de los hechos que en consecuencia subsiguieron, pasando por las repúblicas y las batallas, durante diez años de guerra independentista, y por los nueve años de conspiraciones políticas, que nos convirtieron en Estado, en 1830. ¿Cómo terminaron sus vidas? ¿A qué causa sirvieron? ¿Qué papel jugaron cada uno de los nombres aparecen y desaparecen en esa escena inestable e inicial de nuestra vida colectiva? La vida del doctor Roscio es una muestra de esas grandezas humanas a la que el país, con sus nuevas generaciones, tiene el derecho a saber, por el ejemplo que infunde.

Funge como nuestro primer canciller, participa en la redacción de nuestra Acta de Independencia, se le atribuye la redacción íntegra de nuestra primera Constitución, en 1811. Caída la primera República, en 1812, es enviado prisionero a Cádiz, con las siguientes instrucciones de Monteverde, “Presento a V. M. esos ocho monstruos, origen y raíz primitiva de todos los males de América. Que se confundan delante del trono de V. M, y que reciban el castigo que merecen sus crímenes. Dios guarde a V. M. muchos años. Caracas, 14 de agosto de 1812. Señor. Domingo Monteverde". Los demás “monstruos” que acompañaban a Roscio a ese penoso presidio, eran Juan Paz y Castillo, Francisco Isnardi, José Joaquín Cortés de Madariaga, José Barona, Juan Pablo Ayala, José Mires y Manuel Ruiz. Después de estar prisioneros en Cádiz, por servir a la patria y motejados de monstruos, son trasladados a las mazmorras del Ceuta, al norte de África, donde logra fugarse, junto a Francisco Isnardi y el padre Madariaga; son recapturados y devueltos a Cádiz. Por presiones inglesas obtienen la libertad en 1816. Viaja por Estados Unidos y regresa a la patria, a incorporarse a la lucha independentista. Participa en el Congreso de Angostura, es nombrado por el Libertador Simón Bolívar miembro principal del Consejo de Estado y director de las Rentas de la Nación. A fines de aquel año de 1819 es designado Vicepresidente de Venezuela.

Fue una vida apasionante, difícil de comprimir, de sintetizar en un artículo de opinión, sin embargo sirven estas líneas para despertar el interés por investigar con mayor profundidad qué ha significado el nombre de Juan Germán Roscio en nuestra patria. Quien pese a las dificultades, siempre consiguió un espacio para pensar y estudiar. Cuando estaba preso en las mazmorras del Ceuta escribió su único libro, “El triunfo de la libertad sobre el despotismo”, que constituye un tratado sobre la aplicación del derecho basado en Las Sagradas Escrituras, esfuerzo intelectual que lo coloca entre los precursores de la Teología de la Liberación. Fue una vida apasionante que se apagó a los cincuenta y ocho años de edad, el 10 de marzo de 1821, en El Rosario de Cúcuta, mientras desempeñaba la Vicepresidencia de la República de Colombia, aquella república bolivariana que nació en el Congreso de Angostura, el 17 de diciembre de 1819.

Sirva este artículo de opinión también, para recordar su útil y noble vida de patriota a nuestros jóvenes en estos días tan oportunos, en que conmemoraremos el Bicentenario del 19 de Abril de 1810. Sirva para despertarles la curiosidad como estudiantes que son, como estudiantes que nunca dejarán de ser.

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