lunes, 8 de marzo de 2010

¿Mesa? ¿Democrática?

Es un desgaste terrible de energía −y de tiempo, además−, ponerse uno a contestar cada babosada que se escribe o se dice todos los días, con irresponsable ligereza, por los medios de comunicación, en contra del presidente Hugo Chávez Frías, de su gobierno y del sistema político que él propone: el socialismo.

La oposición venezolana, como viuda del pasado gime, haciendo cualquier cantidad de análisis sobre un presunto avance que tiene, que en el terreno práctico, tangible, no se ve.

El gran elector, por la inmensa mayoría que constituye, que es nuestro pueblo, no se siente identificado en los brumosos motes de “sociedad civil” y “sectores democráticos”, con los que aquella se autoproclama, para diferenciarse del chavismo. Sabio como es, el venezolano intuye que es una treta excluyente para esquilmarlo, para hacer uso de su legitimidad, en contra de sus más caros intereses. ¿Qué pueden transmitirle esos motes? ¿Sociedad civil? ¿Sectores democráticos? No sé. En cambio, pueblo y chavismo, son una sola ecuación y un mismo resultado.

Siempre he dicho que esos cuatro millones y medio de votos que ellos tienen, cuando los estratificas por zonas, le quitas el tirro marca «Chávez, vete ya» que los une, y le pones un rostro y un nombre, esa votación adquiere su tamaño real: el suficiente como para representar a una minoría.

Una cosa es esa votación en un contexto nacional, y otra muy distinta es esa misma votación cuando la segmentas en realidades regionales y locales. ¿Se comportará igual, como cuando enfrenta Chávez, al elegir por lista en Portuguesa a un modesto dirigente de Biscucuy, a quien prácticamente, fuera de su municipio, nadie le conoce en el estado? Está por verse. Y si se le añade la fragmentación que atraviesan por esa misma curul, al parecer la única que obtendrán, la situación les luce bastante difícil.

El tremendo síndrome de mayoría que tiene nuestra oposición les obnubila el panorama de las elecciones del 26 de septiembre, y les hace incurrir en el ostentoso lujo de ir fraccionada, bajo el simplista y falso análisis de tener “muchos líderes”, cuando “el chavismo tiene sólo uno”.

Cuando se analiza desde el mundo al revés, los resultados de dicho análisis siempre saldrán al revés.

Ya el pueblo venezolano no es la masa legitimadora, a la fue convertida por el puntofijismo en los últimos 40 años que antecedieron a 1998. El pueblo venezolano se organiza en revolución, se constituye en poder popular, exige cuentas, y conoce de su fuerza y sabe cómo usarla.

Es cierto que el grueso de ese mismo pueblo fue la base social de ese último período histórico, razón más que se agrega como conocimiento de causa al nivel de conciencia política que hoy muestra.

Nuestro pueblo conoce muy bien a quienes hablan de renovación de liderazgo, cuando nunca fueron líderes, cuando nunca se renovaron; a quienes hablan de democracia, y usaron el poder en contra de ese mismo pueblo que les dio legitimidad.

Las cosas grotescas que uno ve y oye.

Hace días por televisión vi a Enrique Mendoza decir que, “según sus números”, la oposición obtendría “más de cien diputados”. Hay que tener sentido de la proporción. La Asamblea Nacional la integran 165 diputados, y si eso fuese cierto, la oposición no fuese oposición porque controlaría el poder político en Venezuela. Ése fue el mismo mentiroso que les dijo a sus seguidores que la oposición había recogido 27 millones de firmas para el Referéndum Revocatorio de 2004, cuando la población del país oficialmente se ubicaba en 25 millones de personas. Saquen la cuenta, caro lector, de la catadura moral y política de ese personaje.

Producto de la elección parlamentaria del próximo 26 de septiembre, quien haya de controlar la mayoría simple, es decir, la mitad más uno, necesitará 83 diputados; y quien haya de controlar la mayoría calificada, es decir, dos tercios, necesitará 110 diputados. Y la oposición venezolana no cuenta con el caudal electoral suficiente para aproximarse a esos números.

Modestamente les doy un parlamentario en cada estado por lista, es decir, 24 diputados; más los parlamentarios que obtendrían en los circuitos donde poseen fuerza real, que pudiera ser un poquito más de la mitad de lo que obtuvieran por lista, es decir, en sumatoria, entre 36 y 40 diputados. Más de ahí, no. Aún así, les faltaría mucho para llegar a un tercio de los integrantes totales de la nueva Asamblea Nacional.

Es un deber ético desmontar las matrices que a este respecto surjan, aunque ello implique un desgaste terrible de energía.

Siempre todo esfuerzo su saldo positivo deja.

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