jueves, 23 de febrero de 2012

La Tonada del Culatero

Algunos aspectos marxistas en la poesía cantada de Joel Hernández Pérez

Dicen sesudos filósofos que ética y estética deben ser un binomio indisoluble, en la construcción de un planteamiento. Que la una es el fondo, que la otra es la forma, y por lo tanto no pueden separarse. Por ello, apelando a sus frondosos conocimientos en literatura, Joel Hernández Pérez, al legarnos esta maravilla de canción, no podía traicionarse a sí mismo: y nos construye su visión de un llanero sólo como su pródiga inteligencia honestamente sabe hacerlo, diciendo la verdad. Nos lo retrata al pie de una querencia, mientras se interroga a sí mismo acerca del por qué, en su tránsito terrenal, nunca supera su condición social de campesino pobre, pese a haber consumido todas sus energías físicas trabajando desde niño. Su leitmotiv radica en que él no es el dueño libérrimo de su destino.

Siendo apenas un adolescente, yo entré en contradicción con el dogma cristiano del libre albedrío. Jamás pude entender aquello de que uno se labra su «propio» destino. Por fortuna –y de manera temprana– pude resolver ese problema de la conciencia, al conocer las obras de Carlos Marx, en especial a los Manuscritos Económicos y Filosóficos de 1844. Hoy puedo intuir que Joel también las ha leído: y para así decirlo, La Tonada del Culatero es mi más valiosa prueba documental.

Carlos Marx, quien mejor ha interpretado –y potenciado desde la praxis− los intereses de la clase trabajadora mundial, sostiene en sus libros que el llamado «propio» destino de la persona al que aluden mis queridos amigos cristianos cuando esgrimen su tesis del libre albedrío sólo se determina por el papel que esta misma persona representa dentro de las relaciones sociales de producción. Es decir, que las facultades de «propio» que ellos le atribuyen al destino no son tan propias que se diga, que no es autónomo un trabajador como para decidir de manera individual que a quien ofrezca su fuerza de trabajo ha de obtener de aquel por dicha relación el fruto íntegro del producto de la misma y así “labrarse su propio destino”, sino que la determinación de su destino como tal se materializa a través del rol específico que desempeñe como pieza aislada en los intrincados resortes de la economía, en las distintas funciones que se expresan en la división del trabajo. Joel, sin proponérselo –agrego yo–, remarca en su Tonada este viejo concepto marxista, que señala ese rasgo de la división del trabajo: “…¡Ah malaya quién pudiera / ser como el cabrestero! / Que siempre marcha adelante / por esos rumbos llaneros / Yo que marcho en la culata / cómo voy a ir primero / no puede ser caporal / quien nació pa’ culatero…”.

Pero, el drama y las sentidas aspiraciones de redención social de ese culatero perdido en el sinfín de una sabana venezolana, son el mismo drama y las mismas sentidas aspiraciones de redención social del conjunto de los trabajadores a escala planetaria. Estructurada en un discurso poético impecablemente hermoso y en unos arpegios finos, estilizados y pulcros, La Tonada del Culatero tiene por la calidad de su contenido un espacio ya ganado como denuncia en cualquier parte del mundo donde un trabajador campesino padezca explotación o servidumbre.

También en la poesía que se canta en La Tonada del Culatero, Joel Hernández Pérez yuxtapone una lucha de clases –otra categoría marxista– en todas sus metáforas y humanizaciones. Plantea el conflicto que mueve a la historia como un potente motor. En versos tan certeros como éstos, “…Viejo camino, tú que conoces / la dura vida de los arrieros / Me vine de mi lugar / pa’ salir de jornalero / pero mientras más trabajo / más viejo me voy poniendo / y sigo siempre en mi oficio / siendo el mismo culatero…”, se siente el lamento de una superación preterida y nunca realizada. Y en otros, “…Por aquí vamos novillo / trochando el mismo sendero / atrás quedó tu potrero / allá el amor que yo quiero / Cada quien en este mundo / marcha por su derrotero / el pobre con su pobreza / y el rico con su dinero / ajila ajila novillo / y olvida tu comedero…”, crudas resignaciones.

Es importantísimo acotar que, en estas descripciones poéticas tan bien elaboradas, nuestro gran compositor portugueseño no resuelve el conflicto planteado. Y no puede hacerlo. Tampoco es una obligatoria conclusión. Por una razón muy sencilla, le faltó precisar la relación dicotómica entre lo histórico y lo natural, que Marx deslindó en forma magistral. Asunto comprensible y salvable por tratarse de la obra de un compositor popular, y no de la abstracción teórica de un científico social propiamente marxista. La condenación de un hombre pobre a ser de por vida un pastor de vacas es un hecho histórico y por lo tanto es un hecho superable. No es para nada un hecho natural. Si se aborda de esa manera el conflicto nunca será resuelto. Digamos que en términos de poesía esta resolución queda como una tarea pendiente.

Pero aun así, hay una carga ética en esta hermosa canción. Por eso perdurará a través de los tiempos.