martes, 30 de marzo de 2010

Un monstruo llamado Juan Germán Roscio

Uno de los personajes claves en los acontecimientos emancipatorios que produjeron el 19 de abril de 1810, fue sin duda alguna Juan Germán Roscio. Nació en San José de Tiznados (hoy estado Guárico), el 27 de mayo de 1763. Estudia Teología, Sagrados Cánones y Derecho Civil, en la Universidad de Caracas, porque contó con el apoyo de la hija del Conde de San Javier, doña María de la Luz Pacheco, quien se encarga financiar sus estudios y manutención, desde 1774.

Siendo hijo de padre italiano y madre mestiza, se le atribuye la condición de pardo; lo cual le hace vivir en carne propia la discriminación social de la Colonia; pero, a la vez, ese mismo hecho, le curte la conciencia política, que descollará antes y después de aquella memorable fecha de nuestra historia republicana.

Sobre este particular de discriminación social hay dos episodios en su vida dignos de reiterar, que ya han sido contados en otras ocasiones. El primero episodio lo afronta cuando solicita su inscripción como abogado ante la Real Audiencia, que le fue concedida; teniendo la tenaz oposición del Colegio de Abogados, que se negó a admitirlo en su seno puesto que “en el expediente de limpieza de sangre presentado por Roscio no figuraba el calificativo de «india» que en otros documentos se le daba a su madre y a su abuela materna”, episodio que lo lleva a “iniciar un proceso en el cual presentó brillantes alegatos que pusieron en evidencia su formación jurídico-ideológica y la orientación filosófica de su pensamiento”. El segundo episodio lo afronta cuando defiende en el Cabildo de Valencia a una mestiza de nombre Isabel María Páez, esposa de Juan José Ochoa, a quien se le negaba el derecho de usar alfombra para arrodillarse en el Templo, pues éste era un derecho reservado sólo a las mujeres mantuanas. Estos episodios ocurrieron antes del 19 de abril de 1810, y en ambos resultó victorioso.

Juan Germán Roscio, ejerce la docencia, traduce textos. Y es influenciado en las ideas de libertad, como todos los hombres de su tiempo, por el documento titulado “Carta dirigida a los españoles americanos” del sacerdote jesuita Juan Pablo Viscardo y Guzmán. Son los aires mirandinos del gran Sebastián Francisco los que recorren aquella atmósfera libertaria, donde se vieron muchos desprendimientos de la grandeza humana, a la par de no pocas traiciones, de pequeñas ruindades, que siempre medran –para que nada cambie− alrededor del liderazgo de las nuevas épocas.

El 19 de abril de 1810, como hecho constituyente en sí, habría de examinarse, desde el tamiz de 200 años transcurridos, por la conciencia política de quienes lo configuraron, además de los hechos que en consecuencia subsiguieron, pasando por las repúblicas y las batallas, durante diez años de guerra independentista, y por los nueve años de conspiraciones políticas, que nos convirtieron en Estado, en 1830. ¿Cómo terminaron sus vidas? ¿A qué causa sirvieron? ¿Qué papel jugaron cada uno de los nombres aparecen y desaparecen en esa escena inestable e inicial de nuestra vida colectiva? La vida del doctor Roscio es una muestra de esas grandezas humanas a la que el país, con sus nuevas generaciones, tiene el derecho a saber, por el ejemplo que infunde.

Funge como nuestro primer canciller, participa en la redacción de nuestra Acta de Independencia, se le atribuye la redacción íntegra de nuestra primera Constitución, en 1811. Caída la primera República, en 1812, es enviado prisionero a Cádiz, con las siguientes instrucciones de Monteverde, “Presento a V. M. esos ocho monstruos, origen y raíz primitiva de todos los males de América. Que se confundan delante del trono de V. M, y que reciban el castigo que merecen sus crímenes. Dios guarde a V. M. muchos años. Caracas, 14 de agosto de 1812. Señor. Domingo Monteverde". Los demás “monstruos” que acompañaban a Roscio a ese penoso presidio, eran Juan Paz y Castillo, Francisco Isnardi, José Joaquín Cortés de Madariaga, José Barona, Juan Pablo Ayala, José Mires y Manuel Ruiz. Después de estar prisioneros en Cádiz, por servir a la patria y motejados de monstruos, son trasladados a las mazmorras del Ceuta, al norte de África, donde logra fugarse, junto a Francisco Isnardi y el padre Madariaga; son recapturados y devueltos a Cádiz. Por presiones inglesas obtienen la libertad en 1816. Viaja por Estados Unidos y regresa a la patria, a incorporarse a la lucha independentista. Participa en el Congreso de Angostura, es nombrado por el Libertador Simón Bolívar miembro principal del Consejo de Estado y director de las Rentas de la Nación. A fines de aquel año de 1819 es designado Vicepresidente de Venezuela.

Fue una vida apasionante, difícil de comprimir, de sintetizar en un artículo de opinión, sin embargo sirven estas líneas para despertar el interés por investigar con mayor profundidad qué ha significado el nombre de Juan Germán Roscio en nuestra patria. Quien pese a las dificultades, siempre consiguió un espacio para pensar y estudiar. Cuando estaba preso en las mazmorras del Ceuta escribió su único libro, “El triunfo de la libertad sobre el despotismo”, que constituye un tratado sobre la aplicación del derecho basado en Las Sagradas Escrituras, esfuerzo intelectual que lo coloca entre los precursores de la Teología de la Liberación. Fue una vida apasionante que se apagó a los cincuenta y ocho años de edad, el 10 de marzo de 1821, en El Rosario de Cúcuta, mientras desempeñaba la Vicepresidencia de la República de Colombia, aquella república bolivariana que nació en el Congreso de Angostura, el 17 de diciembre de 1819.

Sirva este artículo de opinión también, para recordar su útil y noble vida de patriota a nuestros jóvenes en estos días tan oportunos, en que conmemoraremos el Bicentenario del 19 de Abril de 1810. Sirva para despertarles la curiosidad como estudiantes que son, como estudiantes que nunca dejarán de ser.

martes, 23 de marzo de 2010

Magdiel Páez García, a 19 años de su adiós

Conocí a Magdiel Páez García en esas largas conversaciones políticas que hacíamos los jóvenes de mi generación, acerca del futuro de la izquierda en Venezuela. Corrían los años ochenta. Y nosotros, como herederos directos de su legado −producto de su desempeño en las dos décadas anteriores a aquellos años−, llevando sobre nuestra incipiente formación su pesada carga histórica de derrota y reflujo, observábamos cómo el país trataba de buscar salidas, ante la avalancha neoliberal que se le venía encima. Fueron muchas las noches y muchos los días, de compartir y discutir, con Fernando González y otros camaradas, acerca de esos temas. En esas travesías conocí al Morocho, como también le decíamos, quien, mientras estudiaba en el liceo “5 de Diciembre” de nuestra ciudad, militaba en la siempre aguerrida y solidaria Juventud Comunista.

Culminado su bachillerato, se fue a estudiar historia a la Universidad de Los Andes, en Mérida, iba en el sexto semestre y, durante una protesta estudiantil, en la Facultad de Medicina de esa casa de estudios, a manos del Ejército y por directriz de un oscuro general, fue asesinado un 21 de marzo de 1991. El mes anterior a su crimen, acababa de cumplir 23 años de edad.

Era un amigo leal, un buen estudiante y un noble compañero de viaje.

Los principales responsables de su muerte responden a los nombres de Carlos Andrés Pérez y de Jesús Rondón Nucete, quienes, para aquel entonces, ejercían funciones de presidente de la República y gobernador del estado Mérida, respectivamente. Estos dos personajes dieron continuidad a la clásica política represiva del puntofijismo, rotulada en el funesto signo romulero del disparen primero y averigüen después, sumando el nombre de Magdiel Páez García a una larga estadística que no puede −ni debe− quedar sin respuesta. Ambos gozan de una plácida vejez, ante la lenidad de un Estado que, aún con las formalidades burguesas enquistadas en su funcionamiento, le quedan muchas deudas morales pendientes todavía en el anchuroso transitar a la justicia.

¿Qué diferencia tan grande entre la época aquélla y la actual? Los jóvenes hoy pueden organizarse políticamente bajo la bandera que quieran. Pueden hacerlo libremente, sin ser reprimidos o coartados. Los jóvenes de derecha en Venezuela se organizan en distintas corrientes reaccionarias, incluso a corrientes ajenas a nuestra idiosincrasia y convivencia, como Opnot, el puñito fascista usado en las llamadas Revoluciones de Colores en Europa oriental; reciben pública y notoriamente financiamiento extranjero, en forma premios. Hasta allí pudiera estar bien la tolerancia democrática. Sólo que, al hacer labor conspirativa con apoyo internacional de manera abierta, en contra del Estado, de sus instituciones y del pueblo, se ponen al margen de la ley, y aún así el Ministerio Público no hace nada al respecto.

En los incidentes lamentables, en que ha perdido la vida algún estudiante, las autoridades han actuado diligentemente, dando con los responsables, donde ¡curiosamente! la gran mayoría de las víctimas registradas han militado en el chavismo. (En verdad éste es un punto curioso y propio del libro Guinness: la mayoría de las personas asesinadas en protestas estudiantiles, luchas reivindicativas y sucesos públicos, han sido militantes chavistas. El ejemplo más palmario son los 229 dirigentes campesinos que han muerto a lo largo y ancho del territorio nacional desde la aplicación de la Ley de Tierras y Desarrollo Agrario, en 2001. Una cifra verdaderamente indignante, lo suficiente para avergonzarnos a todos. Y más a los incapaces del Ministerio Público, si vergüenza tuvieran).

Hoy Magdiel hubiese formado parte de la construcción colectiva del socialismo, y fuese el mismo camarada soñador que fue, cuando ser de izquierda y comunista costaba la vida, como a él mismo le costó. Fuese un agudo analista, porque su inteligencia así lo proyectaba; éste era su tiempo histórico; quienes lo conocimos de cerca debemos honrar su memoria con nuestras acciones y con nuestra consecuencia política a sus sueños de adolescente rebelde, que aún no se han cumplido. Quienes integramos su generación soñadora, en la responsabilidad pública que asumamos, debemos ser prístinos y eficientes en el manejo de los dineros y de los bienes del pueblo, direccionándonos siempre al socialismo y, más profundamente, después, al comunismo.

Sólo así habríamos de estar siendo fieles a su memoria; sólo así su muerte habría de ser absorbida por la vida.

lunes, 15 de marzo de 2010

Casal, el mentiroso

Contrastando la declaración del gobernador del estado, Wilmar Castro Soteldo, que reseñara el diario “El Universal” de Caracas, el pasado lunes 8 de marzo, en voz del periodista que cubre su fuente política, Pedro Pablo Peñaloza, bajo el título “Intentan crear un estado comunal en Portuguesa”; con la declaración que ofreciera el columnista de oposición José Ignacio Casal, una semana después, es decir, este lunes 15 de marzo, al diario “Ultima Hora” de nuestra ciudad, para ripostar aquella; puede denotarse perfectamente la tergiversación en que incurre éste último mencionado, en función “de ayudar” a su cada día más alicaída y fragmentada mesita, sin la menor vergüenza en ser desmontado, como en efecto lo haré en los párrafos siguientes.

Al ex-ministro de Fomento del primer gobierno de Carlos Andrés Pérez no le importa si se le demuestra o no la distorsión que él hace de un concepto, o el cambio de una palabra y agregación de otra palabra adrede, para ambientar la connotación que quiere para tergiversar. Como viejo “político” educado en la escuela del mentir, piensa que quien lea sus dichos no se molestará en buscar las fuentes que los originó, que de paso no las dice, en su “grave… …llamado de atención a los portugueseños”. Por lo general el lector que lee un infundio, no es el mismo lector que lee el derecho a réplica por ese mismo infundio, como afirman estudiosos de la comunicación. Para este personaje mentir no importa, mientras sirva a un fin.

Cuando explicaba la estructuración de los circuitos comunales y su adecuación práctica, con la finalidad de darle cuerpo al estado comunal, el gobernador Castro Soteldo habló, entre los pasos de trascendencia que éstos debían dar, de la necesidad de "pasar de la tarea estrictamente electoral a una tarea política". Construir un país, es una tarea política.

De esta línea, el tergiversador se agarra y dice, “…a los circuitos comunales, que engloban a los consejos comunales, les va a dar recursos para pasar del mero acto electoral, a la acción política; esto quiere decir que le está pasando recursos de las alcaldías y del Ejecutivo regional, por unos 400 millones de bolívares fuertes, para la acción política…”. Para más adelante agregar una palabra que no aparece en la declaración del gobernador, “…es verdaderamente grave… …primero por ser ilegal, al no poderse utilizar los recursos del presupuesto nacional en la acción política partidista, lo que está prohibido en la ley y quien lo haga debe ser sometido a juicio… ”. ¿Se dieron cuenta que agregó la palabra partidista? A la palabra tarea, que fue la usada por Castro Soteldo, ya la había desvirtuado con las palabras acto y acción.

Este contrabando, que hizo este bribón, esta mentira, creyendo que las demás personas son tontas, fueron una práctica muy usual en el puntofijismo: recrear un escenario para establecer una presunta verdad. Por si alguien no lo sabía, es oportuno recordarlo que fue el gobierno del presidente Hugo Chávez Frías, el que suprimió el financiamiento a los partidos políticos con dineros públicos. La palabra partidista no está agregada allí en forma inocente. Cumple un rol en el subconsciente de nuestros caros lectores, en el desarrollo de la presunta “verdad” que él ha deseado posicionar.

Pero hay en los dichos expresados por José Ignacio Casal algunos referentes necesarios de explicar y contrastar. Debo intuir que el otrora –y costoso− empleado de Emilio Conde Jahn, a cuya sombra hizo la fortuna que ostenta, no se ha documentado sobre la actual arquitectura legal del país y de las nuevas formas de organización. Debo intuir que lleva más una década sin observar la sociedad venezolana. En los consejos comunales participan quienes integran una comunidad en general, sin importar la filiación política que la persona tenga. Difícilmente “la acción política” de un militante de un partido político equis pueda filtrarse u obtener algún beneficio en la tarea política de un consejo comunal, así este militante sea un miembro directivo. No puede. La misma contraloría social y la práctica diaria del consejo comunal lo detecta: es una auténtica democracia. Los proyectos por los cuales solicitan esos financiamientos que preocupan tanto a José Ignacio son elaborados, discutidos y aprobados en asamblea, e incluso, en algunos casos, ejecutados por ellos mismos. Por ese filtro es muy difícil que las viejas mañas puntofijistas se cuelen. Aquí los ojos de las comunidades, engordan sus propios caballos. No los caballos de otros, como ocurría en la IV República.

Hay otra frase del gobernador Castro Soteldo que llamó la atención de Joseíto, “…creo que debemos caminar en ese hilo frágil de la legalidad y de la ilegalidad…”. Es el accionar del ser humano el que crea la ley, no la ley al accionar del ser humano, es un principio elemental del derecho. No entiende que el país cambió. La nueva ley va normando la creación en plena hechura. Hay otro concepto que va más allá de los consejos comunales y de las comunas, y que seguro lo escandalizará más, el poder popular, que es la transferencia total del poder al pueblo, en la construcción colectiva del socialismo.

También aduce Casal que los cuatrocientos millones de bolívares que se invertirán a través de los circuitos comunales, se deberían utilizar para “…velar por la agricultura, porque aquí se vive, se siente y se progresa únicamente por la agricultura, y no se sabe si Castro Soteldo conoce cuánto se puede hacer con Bs.F. 400 millones invertidos en el desarrollo agrícola (vialidad, obras de riego, fertilizantes, infraestructura, entre otras), y no utilizar ese dinero en actividades políticas…”. ¿Interesante, no? Sería interesante también preguntarle a este caballero, ¿quién impuso el actual modelo agrícola a nuestro estado? ¿Para qué sirvió? ¿O para qué sirve? Llama “actividades políticas” al accionar del pueblo organizado y en revolución, pero no siente rubor alguno al exigir el fortalecimiento de la agricultura empresarial capitalista, causante en medida suprema de la desigualdad social de los portugueseños, de la miseria y el hambre en nuestro campo.

Hay otras babosadas en la declaración de José Ignacio, pero, ¡qué fastidio! si tengo ánimo –y tiempo− en otras columnas le dedicaré otras líneas.

lunes, 8 de marzo de 2010

¿Mesa? ¿Democrática?

Es un desgaste terrible de energía −y de tiempo, además−, ponerse uno a contestar cada babosada que se escribe o se dice todos los días, con irresponsable ligereza, por los medios de comunicación, en contra del presidente Hugo Chávez Frías, de su gobierno y del sistema político que él propone: el socialismo.

La oposición venezolana, como viuda del pasado gime, haciendo cualquier cantidad de análisis sobre un presunto avance que tiene, que en el terreno práctico, tangible, no se ve.

El gran elector, por la inmensa mayoría que constituye, que es nuestro pueblo, no se siente identificado en los brumosos motes de “sociedad civil” y “sectores democráticos”, con los que aquella se autoproclama, para diferenciarse del chavismo. Sabio como es, el venezolano intuye que es una treta excluyente para esquilmarlo, para hacer uso de su legitimidad, en contra de sus más caros intereses. ¿Qué pueden transmitirle esos motes? ¿Sociedad civil? ¿Sectores democráticos? No sé. En cambio, pueblo y chavismo, son una sola ecuación y un mismo resultado.

Siempre he dicho que esos cuatro millones y medio de votos que ellos tienen, cuando los estratificas por zonas, le quitas el tirro marca «Chávez, vete ya» que los une, y le pones un rostro y un nombre, esa votación adquiere su tamaño real: el suficiente como para representar a una minoría.

Una cosa es esa votación en un contexto nacional, y otra muy distinta es esa misma votación cuando la segmentas en realidades regionales y locales. ¿Se comportará igual, como cuando enfrenta Chávez, al elegir por lista en Portuguesa a un modesto dirigente de Biscucuy, a quien prácticamente, fuera de su municipio, nadie le conoce en el estado? Está por verse. Y si se le añade la fragmentación que atraviesan por esa misma curul, al parecer la única que obtendrán, la situación les luce bastante difícil.

El tremendo síndrome de mayoría que tiene nuestra oposición les obnubila el panorama de las elecciones del 26 de septiembre, y les hace incurrir en el ostentoso lujo de ir fraccionada, bajo el simplista y falso análisis de tener “muchos líderes”, cuando “el chavismo tiene sólo uno”.

Cuando se analiza desde el mundo al revés, los resultados de dicho análisis siempre saldrán al revés.

Ya el pueblo venezolano no es la masa legitimadora, a la fue convertida por el puntofijismo en los últimos 40 años que antecedieron a 1998. El pueblo venezolano se organiza en revolución, se constituye en poder popular, exige cuentas, y conoce de su fuerza y sabe cómo usarla.

Es cierto que el grueso de ese mismo pueblo fue la base social de ese último período histórico, razón más que se agrega como conocimiento de causa al nivel de conciencia política que hoy muestra.

Nuestro pueblo conoce muy bien a quienes hablan de renovación de liderazgo, cuando nunca fueron líderes, cuando nunca se renovaron; a quienes hablan de democracia, y usaron el poder en contra de ese mismo pueblo que les dio legitimidad.

Las cosas grotescas que uno ve y oye.

Hace días por televisión vi a Enrique Mendoza decir que, “según sus números”, la oposición obtendría “más de cien diputados”. Hay que tener sentido de la proporción. La Asamblea Nacional la integran 165 diputados, y si eso fuese cierto, la oposición no fuese oposición porque controlaría el poder político en Venezuela. Ése fue el mismo mentiroso que les dijo a sus seguidores que la oposición había recogido 27 millones de firmas para el Referéndum Revocatorio de 2004, cuando la población del país oficialmente se ubicaba en 25 millones de personas. Saquen la cuenta, caro lector, de la catadura moral y política de ese personaje.

Producto de la elección parlamentaria del próximo 26 de septiembre, quien haya de controlar la mayoría simple, es decir, la mitad más uno, necesitará 83 diputados; y quien haya de controlar la mayoría calificada, es decir, dos tercios, necesitará 110 diputados. Y la oposición venezolana no cuenta con el caudal electoral suficiente para aproximarse a esos números.

Modestamente les doy un parlamentario en cada estado por lista, es decir, 24 diputados; más los parlamentarios que obtendrían en los circuitos donde poseen fuerza real, que pudiera ser un poquito más de la mitad de lo que obtuvieran por lista, es decir, en sumatoria, entre 36 y 40 diputados. Más de ahí, no. Aún así, les faltaría mucho para llegar a un tercio de los integrantes totales de la nueva Asamblea Nacional.

Es un deber ético desmontar las matrices que a este respecto surjan, aunque ello implique un desgaste terrible de energía.

Siempre todo esfuerzo su saldo positivo deja.

martes, 2 de marzo de 2010

José Cortés de Madariaga, el Canónigo de Chile

En mi artículo de opinión de la semana pasada, «Casa León y su tiempo», producto de un lapsus mentis, le puse “una sotana” y “un dedo inducidor” al escritor español Salvador de Madariaga, el mismo que en 1951 editó una biografía sobre nuestro Libertador Simón Bolívar desde la óptica positivista, cuando me interrogo, “¿Qué papel jugó Salvador de Madariaga, más allá de su sotana y de “su dedo inducidor”?” (sic). Obviamente no refería a él, sino a José Joaquín Cortés de Madariaga, un controvertido personaje, que, gracias a ese lapsus mentis, me motiva para el tema de hoy.

Vista la cercanía del Bicentenario del 19 de abril de 1810, y dada la recurrente anécdota en que se ha convertido la participación política de este clérigo aquel día, es bueno decir que no fue sólo por su dedo, en movimiento de negación a espaldas del Capitán General Vicente Emparan, cuando aquel preguntaba al pueblo si quería o no que él lo siguiese gobernando, el hecho que lo hace entrar a la historia, o más bien el hecho que lo reduce a una parte fragmentada y fugaz de la historia y, en algunos episodios de enmarañada pasión de esa etapa emancipadora, ¡irónicamente! el hecho que lo lanza al olvido de la historia.

Para ese entonces siendo él una extrañísima mezcla de cura y francmasón, frente a los demás sacerdotes que vivieron aquellos acontecimientos históricos, evidentemente era una figura revolucionaria. Siglo y medio antes de que naciese en nuestras tierras la Teología de la Liberación, José Joaquín Cortés de Madariaga ya esgrimía el verbo encendido del ser independentista sin importar los hábitos clericales que portaba, no como otros que por esa fecha jugaban al ni-ni, diciendo "…No es mi ánimo entrar a demostrar la justicia, la necesidad y la oportunidad en que nos hallamos de declarar la independencia. Dos cosas solo deseo: la primera, acreditar que mi estado eclesiástico ni me preocupa ciegamente a favor de los reyes, ni contra la felicidad de mi patria, y que no estoy imbuido en los pretigios ni antiguallas que se quieren oponer contra la justicia de nuestra resolución que conozco y declaro. La segunda, es que Guanare a quien represento, no se tenga por obstáculo para la independencia cuando se crea necesaria…"1, mientras ocultaban a “honorables españoles” de la Real Hacienda al paso de la Campaña Admirable.

De aquel embrión emancipatorio en que participaron nuestros sacerdotes, y en confrontación siempre las dos clases sociales conocidas, con sus dos proyectos históricos antagónicos, faltarían 170 años más para que los descendientes de Madariaga y otros tantos curas rebeldes rubricaran su desiderátum terrenal con la opción preferencial por los pobres, en los documentos de Puebla y Medellín.

Vicente Basadre, último Intendente de la Colonia en nuestro país, en sus «Memorias Escritas», informa de la particular actuación del padre Madariaga ese memorable día, “…Inmediatamente gritaron varios de la plebe instigados de los enemigos ocultos, por un gobierno libre e independiente. A las nueve de la mañana vinieron a mi casa un Capitán y dos granaderos con sable en mano, con orden del Ayuntamiento de que pasase inmediatamente a las salas Capitulares, lo que ejecuté inmediatamente y encontré en ellas a todos los Regidores, Alcaldes, Ordinarios, Síndico, Asesor de Gobierno, Subinspector de Artillería, y sucesivamente fueron llegando la Real Audiencia, Prelados de las religiones, y muchos individuos particulares de todas las clases, como militares, paisanos, Abogados, Médicos, Cirujanos, Boticarios y Colegiales. El que llevaba la voz era Don José Cortés de Madariaga, Canónigo de Merced de la Santa Metropolitana Iglesia de Caracas, y natural de Chile, siendo conocido vulgarmente por el canónigo de Chile. Este hombre de carácter revolucionario (muy parecido al Canónigo Calvo, de Valencia, menos en lo sanguinario) y muy adepto a la independencia, como lo aseguran, seguía en correspondencia con los principales motores de la revolución de Quito; empezó a hablar con un estilo muy decisivo, imperioso e insultante, diciendo en sustancia, que España estaba perdida; que el Consejo de Regencia era nulo e ilegal. Que Cádiz, único punto que poseíamos, no era la Nación española. Que los papeles recibidos el día anterior eran falsos, capciosos y seductivos, por lo que el pueblo le había conferido poder para crear en Caracas un Gobierno independiente…”2. Lo reseñó para la Historia un hombre de la Corona española, Madariaga no era el acuseta cobarde que desvía una decisión a espaldas de su adversario; era un revolucionario de aquellos que organizan, agitan y propagan.

Engrillado y preso, fue enviado a Cádiz, junto a Juan Germán Roscio, una vez violados los acuerdos de la Capitulación de Miranda, por parte de Domingo de Monteverde.

Fiel a Miranda vivió hasta el final de sus días, en la población colombiana de Río Hacha, en 1826, a escasos cuatro meses de cumplir los sesenta años de edad. Fue el Generalísimo quien lo trajo, con la inmensa red de contactos internacionales con que contaba, desde su lejano Santiago de Chile, hasta una canonjía en la Catedral de Caracas, en 1803, en función de los planes políticos que se desarrollarían en los años posteriores. Pertenece a la sociedad secreta de nuestro venezolano universal. Al desplomarse la Primera República, todos los cuadros políticos mirandinos fueron perseguidos y presos.

Quedan para el reino de las hipótesis, como gustaba decir el viejo Trino Meleán, que a su regreso de Cádiz en 1816, su no contestación a las cartas del Libertador en las que le pedía su apoyo, y al año siguiente, en 1817, su sumatoria al Congresillo de Cariaco, junto a Santiago Mariño, haya influido su lealtad al Precursor de Nuestra Independencia.

Sirvan mis letras de hoy para recordarlo a 200 años de aquellos hechos, y en cierto modo para cubrir mi falla por haber confundido su nombre en mi artículo anterior.



Fuentes consultadas:

1)es.wikipedia.org/wiki/José_Vicente_de_Unda.

2)“La Economía Americana del primer cuarto del siglo XIX, vista a través de las Memorias Escritas por Don Vicente Basadre, Último Intendente de Venezuela”, Manuel Lucena Samoral, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, Nº 33, Caracas, 1983. Pág. 172. (Subrayados nuestros).